Página 525 - Joyas de los Testimonios 2 (2004)

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La hospitalidad
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Viene a ser negar a Cristo el hacer para las visitas preparativos
que requieren tiempo que pertenece legítimamente al Señor. En esto
robamos a Dios. Y también perjudicamos a otros. Al preparar un
agasajo elaborado, muchos privan a su propia familia de la atención
necesaria, y su ejemplo induce a otros a seguir la misma conducta.
El deseo de hacer ostentación para agasajar a las visitas crea
inútiles congojas y cargas. A fin de preparar gran variedad para la
mesa, la dueña de casa trabaja demasiado; y debido a los muchos
platos preparados los huéspedes comen demasiado; y la enfermedad
y los padecimientos provenientes del trabajo excesivo por un lado
y el comer demasiado por el otro, son el resultado. Estos festines
elaborados son una carga y un perjuicio.
Pero el Señor quiere que cuidemos de los intereses de nuestros
hermanos y hermanas. El apóstol Pablo ha dado una ilustración de
esto. Dice a la iglesia de Roma: “Encomiéndoos empero a Febe
nuestra hermana, la cual es diaconisa de la iglesia que está en Cen-
creas: que la recibáis en el Señor, como es digno a los santos, y que
la ayudéis en cualquiera cosa en que os hubiere menester: porque
ella ha ayudado a muchos, y a mí mismo.”
Romanos 6:1, 2
. Febe
había atendido al apóstol, y se destacaba como hospitalaria para los
forasteros que necesitaban cuidados. Su ejemplo debe ser seguido
por las iglesias de hoy.
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A Dios le desagrada el interés egoísta tan a menudo manifesta-
do para “mí y mi familia.” Cada familia que alberga este espíritu
necesita ser convertida por los principios puros ejemplificados en
la vida de Cristo. Los que se encierran en sí mismos, que no están
dispuestos a agasajar visitas, pierden muchas bendiciones.
Algunos de nuestros obreros trabajan donde es necesario aten-
der con frecuencia visitas, sean de nuestros hermanos o forasteros.
Algunos insisten en que la asociación debiera tomar nota de ello, y
que además de su sueldo regular se les debiera conceder una canti-
dad suficiente para cubrir estos gastos adicionales. Pero el Señor ha
encomendado la obra de la hospitalidad a todo su pueblo. No está
de acuerdo con la orden divina el que una o dos personas hagan toda
la obra hospitalaria de una asociación o una iglesia, o que se pague
a los obreros para alojar y alimentar a sus hermanos. Esto es algo
inventado por el egoísmo, y los ángeles de Dios toman nota de estas
cosas.