Página 89 - Joyas de los Testimonios 2 (2004)

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Cristo nuestra justici
“SI confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para que nos
perdone nuestros pecados, y nos limpie de toda maldad.”
1 Juan 1:9
.
Dios requiere que confesemos nuestros pecados, y humillemos
nuestro corazón delante de él; pero al mismo tiempo debemos tener
confianza en él, como en un Padre tierno, que no abandonará a
aquellos que ponen su confianza en él. Muchos de nosotros andan
por la vista y no por la fe. Creemos las cosas que se ven, pero
no apreciamos las preciosas promesas que nos son dadas en la
Palabra de Dios; y sin embargo, no podemos deshonrar a Dios más
decididamente que al demostrar que desconfiamos de lo que dice, y
que nos preguntamos si el Señor está de veras con nosotros o nos
está engañando.
Dios no renuncia a nosotros por causa de nuestros pecados. Tal
vez cometamos errores, y agraviemos su Espíritu; pero cuando nos
arrepentimos y acudimos a él con corazón contrito, no nos desecha.
Hay obstáculos que eliminar. Se han albergado malos sentimientos, y
ha habido orgullo, suficiencia propia, impaciencia y murmuraciones.
Todas estas cosas nos separan de Dios.
Deben confesarse los pecados, debe la gracia realizar una obra
más profunda en el corazón. Los que se sienten débiles y desalenta-
dos pueden llegar a ser fuertes hombres de Dios, y hacer una obra
noble para el Maestro. Pero deben obrar desde un punto de vista
elevado; no deben sentir la influencia de motivos egoístas.
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Debemos aprender en la escuela de Cristo. Nada sino su justicia
puede darnos derecho a una sola de las bendiciones del pacto de
gracia. Durante mucho tiempo hemos deseado y procurado obtener
estas bendiciones, pero no las hemos recibido porque albergábamos
la idea de que podíamos hacer algo para hacernos dignos de ellas. No
hemos desviado la mirada de nosotros mismos, creyendo que Jesús
Discurso matutino dirigido a los ministros reunidos en el congreso general celebrado
en Battle Creek, estado de Míchigan, en 1883.
Obreros Evangélicos, 411-415 (1892)
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