Página 91 - Joyas de los Testimonios 2 (2004)

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Cristo nuestra justicia
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“Como Moisés levantó la serpiente en el desierto,” así también
fué alzado “el Hijo del hombre,” “para que todo aquel que en él
creyere, no se pierda, sino que tenga vida eterna.”
Juan 3:14, 15
. Si
reconocéis vuestros pecados, no dediquéis todas vuestras facultades
a lamentaros por ellos; antes mirad y vivid. Jesús es vuestro úni-
co Salvador; y aunque millones de los que necesitan ser sanados
rechacen la misericordia que les ofrece, nadie que confíe en sus
méritos será abandonado a perecer. Aunque comprendamos nuestra
condición impotente sin Cristo, no debemos desalentarnos; debemos
confiar en un Salvador crucificado y resucitado. ¡Pobre alma enfer-
ma del pecado y desalentada, mira y vive! Jesús empeñó su palabra;
y salvará a cuantos acudan a él.
Venid a Jesús y recibid descanso y paz. Podéis tener la bendición
ahora mismo. Satanás sugiere que sois incapacitados, y que no
podéis beneficiaros. Es verdad que no tenéis poder. Pero elevad a
Jesús ante él diciendo: “Tengo un Salvador resucitado. En él confío,
y nunca permitirá él que yo quede confundido. En su nombre triunfo.
El es mi justicia y mi corona de regocijo.” Nadie sienta que su caso
es desesperado; porque no es así. Tal vez os veáis pecaminosos
y perdidos; pero precisamente por esto necesitáis un Salvador. Si
tenéis pecados que confesar, no perdáis tiempo. Estos momentos
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son de oro. “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para
que nos perdone nuestros pecados, y nos limpie de toda maldad.”
1 Juan 1:9
. Los que tienen hambre y sed de justicia serán hartos;
porque Jesús lo ha prometido. ¡Precioso Salvador! Sus brazos están
abiertos para recibirnos, y su gran corazón lleno de amor aguarda
para bendecirnos.
Guardados por su poder
Algunos parecen creer que deben estar a prueba, y que deben
demostrar al Señor que se han reformado, antes de poder pedir su
bendición. Pero estas amadas almas pueden reclamar su bendición
ahora mismo. Deben tener su gracia, el Espíritu de Cristo, para
ayudar a sus flaquezas, o no podrán adquirir un carácter cristiano.
Jesús se deleita en que acudamos a él tal como somos: pecaminosos,
indefensos y dependiendo de él.