Página 94 - Joyas de los Testimonios 2 (2004)

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Joyas de los Testimonios 2
si queréis ser hijos de Dios. No podéis permanecer quietos; debéis
avanzar o retroceder. Debéis tener conocimiento espiritual, a fin de
poder comprender “con todos los santos cuál sea la anchura y la
longura y la profundidad y la altura, y conocer el amor de Cristo,”
para “que seáis llenos de toda la plenitud de Dios.”
Efesios 3:18, 19
.
Muchos son los que, teniendo un conocimiento inteligente de la
verdad, y pudiendo defenderla con argumentos, nada hacen para la
edificación del reino de Cristo. Los encontramos de vez en cuando;
pero no exhiben nuevos testimonios de la experiencia personal en
la vida cristiana; no relatan nuevas victorias ganadas en la guerra
santa. En vez de eso, se nota en ellos mismos la misma vieja rutina,
las mismas expresiones en su oración y exhortación. Sus oraciones
no tienen nota nueva; no expresan mayor inteligencia en las cosas
de Dios, ni fe más ferviente y viva. Las tales personas no son plantas
vivas en el jardín del Señor, que se recubran de nuevo follaje, y de
la grata fragancia de una vida santa. No son cristianos que crezcan.
Tienen visiones y planes limitados y en ellos no hay expansión de
la mente, ni valiosas adiciones a los tesoros del conocimiento cris-
tiano. Sus facultades no han sido ejercitadas en esa dirección. No
han aprendido a considerar a los hombres y las cosas como Dios
los considera, y en muchos casos una simpatía no santificada ha
perjudicado a las almas, y estorbado grandemente la causa de Dios.
El estancamiento espiritual que prevalece es terrible. Muchos llevan
una vida cristiana formal, y aseveran que sus pecados han sido per-
donados, cuando están tan destituídos del verdadero conocimiento
de Cristo como el pecador.
Hermanos, ¿queréis tener un crecimiento cristian
raquítico, o
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queréis hacer sanos progresos en la vida divina? Donde hay salud
espiritual hay crecimiento. El hijo de Dios crece hasta la plena
estatura de un hombre o una mujer en Cristo. No hay límite para su
mejoramiento. Cuando el amor de Dios es un principio vivo en el
alma, no hay opiniones estrechas y limitadas; hay amor y fidelidad en
las amonestaciones y reproches; hay obra ferviente y una disposición
a llevar cargas y responsabilidades.
4—1T, Tomo 2.