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Las relaciones humanas
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Comprensión cristiana
Los que saquen el máximo provecho de sus privilegios y oportu-
nidades serán, en el sentido bíblico, hombres talentosos y educados;
no solo eruditos, sino educados en mente, en modales y en compor-
tamiento. Serán refinados, tiernos, compasivos, afectuosos. Esto es
lo que el Señor me ha mostrado que él requiere de su pueblo. Dios
nos ha dado facultades que debemos usar, desarrollar y fortalecer
por medio de la educación. Debemos razonar y reflexionar, distin-
guiendo cuidadosamente la relación que existe entre la causa y el
efecto. Cuando esto se pone en práctica, habrá de parte de muchos
mayor reflexión y cuidado respecto de sus palabras y acciones, de
manera que puedan cumplir plenamente el propósito que tuvo Dios
al crearlos.—
Manuscrito 59, 1897
.
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La franqueza fomenta la confianza (consejo a un médico)
Si hubiera mucha más franqueza y menos misterio, si se fomen-
tara la confianza fraternal, si hubiera mucho menos del yo y más
del espíritu de Cristo, si tuviera una fe viviente en Dios, la nube que
ahora se difunde en la atmósfera de la mente gracias a la obra de
Satanás, se disiparía.—
Carta 97, 1898
.
Reformadores, no fanáticos
El objetivo que debe ser tenido en cuenta entre nosotros es el de
ser reformadores y no fanáticos. Al tratar con los no creyentes, no
manifiesten un despreciable espíritu de ruindad, porque si se detienen
a regatear por una pequeña suma, perderán al fin una suma mucho
mayor. Ellos dirán: “Ese hombre es un estafador; él lo defraudaría y
lo despojaría a usted de sus derechos si pudiera hacerlo, de manera
que manténgase en guardia cuando tenga algo que tratar con él”.
Pero si en una transacción, una pequeñez que estaría a su favor,
es cedida a la otra persona, ella tratará con ustedes de acuerdo con
el mismo estilo generoso. La mezquindad engendra mezquindad, la
tacañería engendra tacañería. Los que siguen esta conducta no saben
cuán mezquina les parece a los demás, especialmente a aquellos que
no son de nuestra fe; y la causa preciosa de la verdad queda marcada
por este defecto.—
El Evangelismo, 70, 71 (1887)
.