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La higiene mental
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Dependemos de Dios para la preservación de todas nuestras
facultades. En su relación con Dios, los cristianos se hallan en la
obligación de educar su mente de manera que todas las facultades
queden fortalecidas y se desarrollen más plenamente. Si descui-
damos esto, nunca alcanzarán aquellas el propósito para el cual
fueron destinadas. No tenemos derecho a descuidar ninguna de las
facultades que Dios nos ha dado.
Encontramos monomaníacos en todas partes. Con frecuencia
son cuerdos acerca de todos los temas menos uno. La razón de ello
es que un órgano de la mente se ejercitó especialmente mientras se
dejó dormir a los demás. El que estuvo en constante uso se gastó
y enfermó, y el hombre naufragó. Dios no fue glorificado por esta
conducta. Si el hombre hubiera ejercitado de igual manera todos los
órganos, estos habrían alcanzado un desarrollo sano; no se habría
impuesto todo el trabajo a uno y por lo tanto, ninguno se habría
arruinado.—
Joyas de los Testimonios 1:291 (1872)
.
La mente se estimula cuando tiene un propósito
Debemos tener un objetivo, un propósito en la vida. Si no hay
propósito, hay inclinación a la indolencia; pero donde hay en vista
un objetivo suficientemente importante, todas las facultades de la
mente se pondrán en espontánea actividad. Para lograr el éxito en la
existencia, los pensamientos deben estar permanentemente fijos en
el objeto de la vida, y no se los debe dejar vagar, ni que se ocupen en
cosas sin importancia, ni que se satisfagan con una ociosa meditación
contemplativa, que es el resultado de esquivar la responsabilidad. La
edificación de castillos en el aire deprava la mente.—
Testimonies
for the Church 2:429 (1870)
.
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Un estómago sobrecargado debilita las facultades mentales
Generalmente no se enseña a los niños la importancia de cuándo,
cómo y qué deben comer. Se les permite satisfacer sus gustos a
voluntad, comer a toda hora, servirse fruta cuando les da la gana, y
esto, acompañado de pasteles y tortas, pan, mantequilla y fiambres
que consumen constantemente, los vuelve golosos y dispépticos.
Los órganos digestivos, como molino que se hace trabajar sin cesar,