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La culpa
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Su amor libera de la culpabilidad
El amor que Cristo infunde en todo nuestro ser es un poder
vivificante. Da salud a cada una de las partes vitales: el cerebro, el
corazón y los nervios. Por su medio las energías más potentes de
nuestro ser despiertan y entran en actividad. Libera al alma de culpa
y tristeza, de la ansiedad y congoja que agotan las fuerzas de la vida.
Con él vienen la serenidad y la calma. Implanta en el alma un gozo
que nada en la tierra puede destruir: el gozo que hay en el Espíritu
Santo, un gozo que da salud y vida.—
El Ministerio de Curación, 78
(1905)
.
El mayor pecador necesita al mayor salvador
Si usted cree que es el mayor de los pecadores, lo que necesita es
a Cristo, el mayor de los salvadores. Levante la cabeza y contemple
fuera de sí mismo, más allá de su pecado, al Salvador levantado;
más allá de la venenosa mordedura de la serpiente, al Cordero de
Dios que quita el pecado del mundo.—
Carta 98, 1893
.
Él dará descanso
Él llevó el peso de nuestra culpa. También quitará la carga de
nuestros hombros cansados. Nos dará descanso. Llevará por nosotros
la carga de nuestros miedos y penas. Nos invita a echar sobre él
todos nuestros afanes; pues nos lleva en su corazón.—
El Ministerio
de Curación, 47 (1905)
.
No todos los pecados son de la misma magnitud
No todos los pecados son de igual magnitud delante de Dios;
hay diferencia de pecados a su juicio, como la hay a juicio de los
hombres; sin embargo, aunque este o aquel acto malo puedan pare-
cer frívolos a los ojos de los hombres, ningún pecado es pequeño a
la vista de Dios. El juicio de los hombres es parcial e imperfecto;
pero Dios ve todas las cosas como realmente son. El borracho es
detestado y se le dice que su pecado lo excluirá del cielo, mientras
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que el orgullo, el egoísmo y la codicia pasan muchísimas veces sin