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Mente, Carácter y Personalidad 2
detrás de otra; pero si usted analiza a fondo sus propias emociones
y da lugar a sus sentimientos, estará atendiendo al mal huésped de
la duda, y al hacerlo se enredará en perplejidades y desesperación.
Puede preguntarse: ¿Qué debo que hacer frente a estas terribles su-
gerencias? Expúlselas de su mente mediante la contemplación de las
incomparables profundidades del amor del Salvador. No magnifique
sus sentimientos, no cavile sobre ellos, ni los ensalce, ya sean buenos
o malos, tristes o animadores.—
Carta 41, 1893
.
Venzamos el temor mediante la confianza en Cristo
Jesús nos invita a acudir a él, y entonces quitará la carga de nues-
tros cansados hombros y pondrá sobre nosotros su yugo, que es fácil,
y su carga, que es ligera. La senda por la cual nos sugiere caminar
nunca nos habría costado un sufrimiento si siempre hubiéramos
andado por ella. Cuando nos apartamos de la senda del deber, nos
volvemos difíciles y agresivos. Los sacrificios que debemos hacer al
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seguir a Cristo son solo otros tantos pasos para regresar a la senda
de la luz, la paz y la felicidad. Las dudas y los temores provienen del
hecho de admitirlos; mientras más los admitimos, más difíciles de
vencer se volverán. Hay seguridad en rechazar todo sostén terrenal
y tomar la mano del que levantó y salvó al discípulo que se hundía
en el tormentoso mar.—
Testimonies for the Church 4:558 (1881)
.
Cristo, el portador de cargas
Presenta a Dios tus necesidades, gozos, tristezas, cuidados y
temores. No puedes agobiarlo ni cansarlo [...]. Su amoroso corazón
se conmueve por nuestras tristezas y aun por nuestra presentación
de ellas. Ninguna cosa es demasiado grande para que él no pueda
soportarla; él sostiene los mundos y gobierna todos los asuntos del
universo. Ninguna cosa que de alguna manera afecte nuestra paz es
tan pequeña que él no la note. No hay en nuestra experiencia ningún
pasaje tan oscuro que él no pueda leer, ni perplejidad tan grande
que él no pueda desenredar. Ninguna calamidad puede acaecer al
más pequeño de sus hijos, ninguna ansiedad puede asaltar el alma,
ningún gozo puede alegrar, ninguna oración sincera escapar de los
labios, sin que el Padre celestial esté al tanto de ello, sin que tome