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Mente, Carácter y Personalidad 2
de hombres y mujeres de mucha fe, y debe crecer constantemente
en fuerza y eficiencia.—
Carta 233, 1904
.
La fe purifica el alma
Es necesario que tengamos fe, una fe viva, que obre por el amor
y purifique el alma. Debemos aprender a llevarle todo al Señor con
sencillez y fe ferviente. La mayor carga que tenemos que llevar en
esta vida es el yo. A menos que aprendamos a ser mansos y humildes
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en la escuela de Cristo, perderemos preciosas oportunidades y privi-
legios en cuanto a llegar a conocer a Jesús. El yo es lo más difícil
que tenemos que manejar. Cuando depongamos nuestras cargas, no
nos olvidemos de dejar el yo a los pies de Cristo.
Póngase en las manos de Jesús, para ser modelado y conformado
por él, para que pueda llegar a ser un vaso de honra. Sus tentaciones,
sus ideas y sus sentimientos deben ser depositados a los pies de la
cruz. Entonces el alma estará lista para escuchar las palabras de la
instrucción divina. Jesús le dará a beber de las aguas que corren
por el río de Dios. Bajo la influencia suavizante y subyugadora del
Espíritu Santo, su frialdad y su indiferencia desaparecerán. Cristo
será en usted una fuente de agua que salte para vida eterna.—
Carta
57, 1887
.
Revela los secretos del éxito en la vida
¡Cuán fuertes son la verdadera fe y la verdadera oración! Son
como dos brazos por los cuales el suplicante humano se ase del poder
del Amor Infinito. La fe consiste en confiar en Dios, en creer que nos
ama y sabe lo que es mejor para nuestro bien. Así, en vez de nuestro
camino, nos guía a preferir el suyo. En vez de nuestra ignorancia,
acepta su sabiduría; en vez de nuestra debilidad, su fuerza; en vez de
nuestro pecado, su justicia. Nuestra vida, nosotros mismos, somos ya
suyos; la fe reconoce su derecho de posesión, y acepta su bendición.
Se indican la verdad, la integridad y la pureza como secretos del éxito
de la vida. La fe es la que nos pone en posesión de estas virtudes.
Todo buen impulso o aspiración provienen de Dios; la fe recibe
de Dios la vida que es lo único que puede producir crecimiento y
eficiencia verdaderos.—
Obreros Evangélicos, 273 (1915)
.
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