Capítulo 74—Las dudas
Misterios que no podemos sondear
La Palabra de Dios, como el carácter de su divino Autor, presenta
misterios que nunca podrán ser plenamente comprendidos por seres
finitos. La entrada del pecado en el mundo, la encarnación de Cris-
to, la regeneración, la resurrección y otros muchos asuntos que se
presentan en la Biblia, son misterios demasiado profundos para que
la mente humana los explique, o aun para que los capte plenamente
siquiera. Pero no tenemos razón para dudar de la Palabra de Dios
porque no podamos entender los misterios de su providencia.
En el mundo natural estamos siempre rodeados de misterios
que no podemos sondear. Aun las formas más humildes de la vida
presentan un problema que el más sabio de los filósofos es incapaz
de explicar. Por todas partes se presentan maravillas que superan
nuestro conocimiento. ¿Debemos sorprendernos de que en el mun-
do espiritual haya también misterios que no podamos sondear? La
dificultad está únicamente en la debilidad y estrechez de la mente
humana. Dios nos ha dado en las Santas Escrituras pruebas suficien-
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tes del carácter divino de ellas, y no debemos dudar de su Palabra
porque no podamos entender los misterios de su providencia.—
El
Camino a Cristo, 107, 108 (1892)
.
La posibilidad de dudar no se ha eliminado
Si bien es cierto que Dios ha dado pruebas evidentes para la
fe, él no quitará jamás todas las excusas que puedan haber para la
incredulidad. Todos los que buscan motivos de duda los encontrarán.
Y todos los que rehúsan aceptar la Palabra de Dios y obedecerla
antes que toda objeción haya sido apartada y que no se encuentre
más motivo de duda, no llegarán jamás a la luz.
La desconfianza hacia Dios es producto natural del corazón
irregenerado, que está en enemistad con él. Pero la fe es inspirada
por el Espíritu Santo y no florecerá más que a medida que se la
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