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Las dudas
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Su ira no se adormecerá. Ahora lo está invitando. Ahora, precisa-
mente ahora lo invita a que vuelva a él sin demora, y por su gracia
le perdonará todas sus apostasías, y lo sanará de ellas. Dios está
conduciendo a un pueblo peculiar. Lo limpiará y lo purificará de
modo que esté preparado para la traslación. Eliminará todo lo carnal
de su tesoro peculiar, hasta que este se asemeje al oro purificado
siete veces.—
Testimonies for the Church 1:430, 431 (1864)
.
Permita que los rayos de luz disipen las sombras de la duda
Necesitamos llenarnos de toda la plenitud de Dios, y entonces
tendremos vida, poder, gracia y salvación.
¿Cómo podremos obtener estas grandes bendiciones? Cristo
murió para que pudiéramos recibirlas por la fe en su nombre. Nos ha
ofrecido ampliamente luz y vida. Entonces, ¿por qué tenemos que
insistir en fijar clavos para colgar en ellos nuestras dudas? ¿Por qué
tenemos que llenar la galería de la mente con los sombríos cuadros
de la duda? ¿Por qué no permitimos que los brillantes rayos del Sol
de Justicia resplandezcan en las cámaras del corazón y la mente, y
disipen las sombras de la incredulidad? Vuélvanse a la Luz, a Jesús,
el precioso Salvador.
En lugar de fijarnos en las fallas y los defectos de otro ser hu-
mano, vuélvanse para considerar a Aquel en quien no hay imper-
fección. Jesús es el “distinguido entre diez mil”.
Cantares 5:1
, el
que es “todo amable”. Ningún ser humano debe ser nuestro mode-
lo. Dios nos ha dado un modelo perfecto en su Hijo unigénito, y
al contemplarlo nos transformaremos a su imagen. Miren a Cris-
to, cuyo trono es alto y sublime, y cuyo manto de gloria llena el
templo.—
Manuscrito 23
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