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Mente, Carácter y Personalidad 2
la voluntad de otra, el curso de los pensamientos puede modificar-
se, y pueden transmitirse impulsos saludables que capacitan a los
pacientes para resistir y vencer la enfermedad.
Este método de curación ha sido empleado por personas que
desconocían su verdadera naturaleza y tendencia, y que lo creían útil
para el enfermo. Pero esta ciencia espuria está fundada en principios
falsos. Es ajena a la naturaleza y al espíritu de Cristo. No conduce
hacia Aquel que es vida y salvación. Quien atrae las mentes hacia sí
mismo las induce a separarse de la verdadera Fuente de su fuerza.
No es propósito de Dios que ser humano alguno someta su mente
y su voluntad al gobierno de otro para llegar a ser instrumento pasivo
en sus manos. Nadie debe sumergir su individualidad en la de otro.
Nadie debe considerar a ser humano alguno como fuente de curación.
Solo debe depender de Dios. En su dignidad, concedida por Dios,
debe dejarse dirigir por Dios mismo y no por entidad humana alguna.
Dios quiere poner a los hombres en relación directa consigo
mismo. En su trato con los seres humanos reconoce el principio
de la responsabilidad personal. Procura fomentar en ellos el sen-
timiento de dependencia personal y hacerle sentir la necesidad de
su dirección. Desea asociar lo humano con lo divino, para que los
hombres se transformen a la imagen divina. Satanás procura frustrar
este propósito, y se esfuerza en alentar a los hombres a depender de
otros hombres. Cuando las mentes se desvían de Dios, el tentador
puede someterlas a su gobierno y dominar a la humanidad.—
El
Ministerio de Curación, 185, 186 (1905)
.
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La mente que se somete a otra quedará dañada para siempre
No se le debe permitir a nadie que controle la mente de otra
persona, con la idea de que eso le proporcionará un gran beneficio.
La cura mental es uno de los más grandes engaños que pueden
practicarse con alguien. Se puede sentir un alivio temporal, pero la
mente de la persona dominada nunca más será tan fuerte ni tan digna
de confianza. Podemos ser tan débiles como la mujer que tocó el
borde del manto de Jesús; pero si aprovechamos la oportunidad que
Dios nos ha dado de acudir a él con fe, responderá tan rápidamente
como lo hizo cuando se produjo ese toque de fe.