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Capítulo 84—Cómo tratar con las emociones
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No podemos adivinar los motivos
Recordad que no podéis leer los corazones. No podéis conocer
los motivos que impulsan las acciones que os parecen erróneas. Hay
muchos que no han recibido la debida educación; sus caracteres son
tortuosos, duros y retorcidos, y parecen sinuosos en todas formas.
Pero la gracia de Cristo puede transformarlos. Nunca los echéis
a un lado, nunca los induzcáis al desánimo o a la desesperación
diciéndoles: “Usted me ha chasqueado, y no trataré de ayudarlo”.
Unas pocas palabras habladas apresuradamente bajo la provocación
-precisamente lo que nosotros pensamos que merecen- pueden cortar
las cuerdas de la influencia que habría atado sus corazones al nuestro.
La vida consecuente, la paciente tolerancia, el espíritu sereno
bajo la provocación, es siempre el argumento más concluyente y el
más solemne llamamiento. Si habéis tenido oportunidades y ventajas
que no les hayan tocado en suerte a los demás, considerad este hecho
y sed siempre maestros sabios, cuidadosos y amables.
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A fin de que la cera reciba una impresión fuerte y clara del sello,
no la golpean con el sello en forma apresurada y violenta; colocan
el sello cuidadosamente sobre la plástica cera y en forma tranquila
y firme lo presionan hasta que se haya endurecido en el molde. De
la misma manera traten con las almas humanas. La continuidad de
la influencia cristiana es el secreto de su poder, y esto depende de
que ustedes perseveren en la manifestación del carácter de Cristo.
Ayuden a los que hayan errado, contándoles lo que les ha ocurrido
a ustedes. Muéstrenles cómo, cuando cometieron graves errores, la
paciencia, la bondad y la disposición a ayudarles manifestada por
sus colaboradores les dieron valor y esperanza.—
Consejos sobre la
Obra de la Escuela Sabática, 111-113 (1900)
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