Cómo aconsejar
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Estimados amigos, están muy equivocados. No son los únicos
que han de sufrir como consecuencia de una conducta errónea. En
cierta medida, la sociedad a la cual pertenecen sufre por causa de
sus errores tanto como ustedes mismos. Si sufren como resultado de
su intemperancia al comer o beber, los que estamos a su alrededor o
nos relacionamos con ustedes, también quedamos afectados por su
flaqueza. Hemos de sufrir por causa de su conducta errónea.
Si ella contribuye a disminuir sus facultades mentales o físicas, y
lo advertimos cuando estamos en su compañía, quedamos afectados
por ello. Si en vez de tener espíritu animoso, son presa de la lobre-
guez, ensombrecen el ánimo de todos los que los rodean. Si estamos
tristes, deprimidos y angustiados, y ustedes gozan de salud, podrían
tener una mente clara que nos mostrara la salida y dirigiera una
palabra consoladora. Pero si su cerebro está nublado como resultado
de su errónea manera de vivir, a tal punto que no pueden darnos el
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consejo correcto, ¿no sufrimos acaso una pérdida? ¿No nos afecta
seriamente su influencia?
Tal vez tengamos mucha confianza en su juicio y deseemos su
consejo, porque “en la multitud de consejeros hay salud”.
Proverbios
11:14
. Deseamos que nuestra conducta sea consecuente ante los que
amamos y anhelamos buscar el consejo que ellos nos puedan dar
con mente clara. Pero ¿qué interés tenemos en su juicio si su energía
mental ha sido recargada hasta lo sumo y la vitalidad se ha retirado
del cerebro a causa del alimento impropio que han puesto en su
estómago, o de una enorme cantidad de alimento, aunque sea sano?
¿Qué interés tenemos en el juicio de tales personas? Ellas lo ven
todo a través de una masa de alimentos indigestos. Por lo tanto, su
manera de vivir nos afecta. Resulta imposible seguir una conducta
errónea sin hacer sufrir a otros.—
Joyas de los Testimonios 1:182,
183 (1870)
.
Hay que tener cuidado al tratar con la gente
Si llegaran a entrar en el ministerio quienes [...] son descuidados
y bruscos al tratar con las personas, manifestarían los mismos defec-
tos de carácter, la misma falta de tacto y habilidad, al tratar con las
mentes.—
Testimonies for the Church 5:399 (1885)