Página 479 - Mente, Car

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Apéndice a—Consejo a una mujer deprimida
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Si usted se mira a sí misma, verá solo debilidad. No encontrará un
Salvador allí. Solo hallará a Jesús fuera de usted. Debe contemplarlo
y vivir, mirar a Aquel que se hizo pecado por nosotros para que
pudiéramos ser purificados del pecado y recibir la justicia de Cristo.
Ahora bien, Marta, no se mire a sí misma, sino afuera, a Jesús.
Hable acerca de su amor, su bondad, su poder. Él no permitirá que
usted sea tentada más allá de lo que pueda soportar. En Cristo está
su justicia. Jesús se encarga de nuestras deficiencias, porque ve que
nosotros no podemos con ellas. Mientras oro por usted veo que
una suave luz rodea una mano que se extiende para salvarla. Las
palabras de Dios son nuestras credenciales. Nos mantenemos firmes
en ellas. Amamos la verdad. Amamos a Jesús. Los sentimientos no
son evidencia del desagrado de Dios.
Su vida es preciosa a la vista del Señor. Tiene una obra que
quiere que usted haga. Todavía no se la ha revelado, pero limítese
a avanzar confiadamente sin decir una sola palabra porque podría
contristar al querido Jesús manifestándole que teme confiar en él.
Deposite su mano en la de él. Él se está inclinando desde las almenas
del cielo para que usted le entregue confiadamente su mano. Oh,
qué amor, qué tierno amor ha manifestado Jesús en nuestro favor.
Las promesas de la Biblia son los claveles, las rosas y los lirios del
jardín del Señor.
Oh, cuántos avanzan por la senda oscura, mientras miran lo
objetable, las cosas ingratas que hay a cada lado, cuando un paso
más arriba están las flores. Creen que no tienen derecho a decir que
son hijos de Dios y a confiar en las promesas que se les presentan en
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el evangelio, porque no tienen evidencias de la aceptación del Señor.
Pasan por dolorosas luchas y afligen sus almas como Martín Lutero
para poder entregarse a la justicia de Cristo.
Hay muchos que creen que solo pueden acudir a Jesús como lo
hizo el muchacho poseído por el demonio que lo arrojaba en tierra y
lo despedazaba mientras lo llevaban al Salvador. Usted no es de los
que enfrentan tales conflictos y pruebas. Ricardo Baxter se sentía
perturbado porque no tenía esa agonizante y humillante opinión de
sí mismo que creía debía tener. Pero por fin se le explicó eso a su
entera satisfacción, y la paz llegó a su alma.
No se le pide que lleve una carga por sí misma, porque usted
es propiedad de Cristo. Está en sus manos. Sus brazos eternos la