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Mente, Cáracter y Personalidad 2
La fe aumenta en el conflicto con la duda y el temor
—El
Señor con frecuencia nos pone en situaciones difíciles para estimu-
larnos a hacer un esfuerzo mayor. En su providencia a veces ocurren
dificultades especiales para probar nuestra paciencia y nuestra fe.
Dios nos da lecciones de confianza. Nos enseña dónde buscar ayuda
y fortaleza en momentos de necesidad. De ese modo obtenemos un
conocimiento práctico de su voluntad divina, que tanto necesitamos
en la experiencia de nuestra vida. La fe aumenta en poder en el con-
flicto ferviente con la duda y el temor.—
Testimonies for the Church
4:116, 117 (1876)
.
El temor revela incredulidad
—Así como Jesús reposaba por la
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fe en el cuidado del Padre, así también hemos de confiar nosotros en
el cuidado de nuestro Salvador. Si los discípulos hubiesen confiado
en él, habrían sido guardados en paz. Su temor en el tiempo de
peligro reveló su incredulidad. En sus esfuerzos por salvarse a sí
mismos, se olvidaron de Jesús; y únicamente cuando desesperando
de lo que podían hacer, se volvieron a él, pudo ayudarles.
¡Cuán a menudo experimentamos nosotros lo que experimen-
taron los discípulos! Cuando las tempestades de la tentación nos
rodean y fulguran los fieros rayos y las olas nos cubren, batallamos
solos con la tempestad, olvidándonos de que hay Uno que puede
ayudarnos. Confiamos en nuestra propia fuerza hasta que perde-
mos nuestra esperanza y estamos a punto de perecer. Entonces nos
acordamos de Jesús, y si clamamos a él para que nos salve, no clama-
remos en vano. Aunque él con tristeza reprende nuestra incredulidad
y confianza propia, nunca deja de darnos la ayuda que necesitamos.
En la tierra o en el mar, si tenemos al Salvador en nuestro corazón,
no necesitamos temer. La fe viva en el Redentor serenará el mar de
la vida, y de la manera que él reconoce como la mejor nos librará
del peligro.—
El Deseado de Todas las Gentes, 303 (1898)
.
Es peligroso manifestar temor en la habitación del enfer-
mo
—Los que cuidan a los enfermos deben comprender la importan-
cia de una debida atención a las leyes de la salud. En ninguna parte
es la obediencia a dichas leyes tan importante como en el cuarto del
enfermo. En ninguna otra circunstancia se depende tanto de la fideli-
dad en las cosas pequeñas como al atender a los enfermos. En casos
de enfermedad grave, un pequeño descuido, una leve negligencia en
el modo de considerar las necesidades o los peligros especiales del