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Mente, Cáracter y Personalidad 2
y dependemos en todo momento de Dios. Debemos magnificar su
poder delante de su pueblo elegido, y del mundo, por la gran salva-
ción que nos ha concedido por medio de su sacrificio expiatorio y
su sangre.—
Carta 19a, 1892
.
No me deprimiré
—A veces estoy muy perpleja y no sé qué
hacer, pero no voy a deprimirme. Estoy decidida a llenar mi vida de
tanta luz del sol como me sea posible conseguir.—
Carta 127, 1903
.
Muchas cosas me entristecen, pero trato de no pronunciar pa-
labras desanimadoras, porque alguien que las escuche podría estar
triste también, y no quisiera hacer nada que aumentara su tristeza.—
Carta 208, 1903
.
Por fe atravesé las tinieblas
—Si yo tuviera que prestar atención
a las negras nubes: los problemas y las perplejidades que surgen en
mi trabajo, no tendría tiempo para más. Pero yo sé que hay luz y
gloria más allá de las nubes. Por fe atravieso las tinieblas para llegar
a la gloria. A veces he tenido que pasar por dificultades financieras.
Pero el dinero, no me preocupa. Dios cuida de mis asuntos. Hago lo
que puedo, y cuando el Señor considera que es bueno para mí que
tenga algo de dinero, me lo manda.—
Manuscrito 102, 1901
.
La fe: una necesidad
—Cuando visité el sanatorio Paradise Va-
lley hace unos tres años [1905], hablé casi todas las mañanas a las
cinco a los obreros, y un poco más tarde a los pacientes. Había entre
ellos un hombre que siempre parecía estar deprimido. Me enteré de
que creía en la teoría de las doctrinas bíblicas, pero no podía tener
la fe necesaria para apropiarse de las promesas de Dios.
Cada mañana hablé a los pacientes acerca de la fe, y los insté a
creer las palabras de Dios. Pero este pobre hombre parecía incapaz
de reconocer que tenía fe. Le hablé a solas. Le presenté la verdad de
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todas las maneras posibles, y después le pregunté si no podía creer
que Cristo era su Salvador personal y que estaba dispuesto a ayudar-
lo. Nuestro Salvador les ha dicho a todos los que están trabajados
y cansados: “Tomad mi yugo sobre vosotros”. No cargue con un
yugo de su propia fabricación. “Llevad mi yugo sobre vosotros, y
aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis
descanso para vuestras almas”.
Mateo 11:28, 29
.
Por fin llegó el momento cuando tenía que irme. Le dije: “Ahora
bien, mi amigo, ¿puede decirme que ha aprendido a confiar en ese
Salvador que ha hecho tanto para resolver la situación de cada alma?