Página 139 - Mente, C

Basic HTML Version

La ira
135
ángeles son como una especie de blasfemia.—
El hogar adventista,
399 (1894)
.
Los tres primeros años de la vida del niño
—Permítase que el
egoísmo, la ira y la terquedad sigan su curso durante los primeros
tres años de la vida de un niño, y será difícil ayudarlo a someterse a
una disciplina saludable. Su disposición ha llegado a ser descontenta,
su deleite es hacer su propia voluntad y el control paterno le resulta
desagradable. Estas malas tendencias crecen con el desarrollo del
niño, hasta que en la virilidad el egoísmo supremo y una falta de
autocontrol lo colocan a merced de los males que corren a rienda
suelta en nuestro mundo.—
La Temperancia, 157 (1877)
.
[537]
No disciplinemos cuando estemos enojados
—Dios considera
con ternura a los niños. Quiere que ganen victorias cada día. Trate-
mos que los niños sean vencedores. No permitamos que las ofensas
dirigidas hacia ellos provengan de los miembros de su propia fa-
milia. No permitamos que nuestras acciones y palabras sean de tal
naturaleza que provoquen a ira a nuestros hijos. Deben ser fielmen-
te disciplinados y corregidos cuando hacen algo malo, pero no lo
hagamos nunca cuando estemos enojados.—
Manuscrito 47, 1908
.
Un padre cede a la ira delante de su hijo, y después se pregunta
por qué es tan difícil controlarlo. Pero, ¿qué podría esperar? Los
niños son traídos para imitar, y no hacen sino poner en práctica las
lecciones que les enseñaron sus padres mediante sus explosiones de
ira...
Usted puede haberse visto obligado a castigar con la vara a su
hijo. Esto a veces es esencial. Pero nunca lo castigue cuando está
enojado. Corregirlo de esa manera equivale a cometer dos errores al
tratar de reparar uno. Postergue el castigo hasta que haya hablado
con usted mismo y con Dios. Pregúntese: ¿He sometido mi voluntad
a la de Dios? ¿Estoy donde él me puede controlar? Pídale perdón
a Dios por transmitirle a su hijo una actitud tan difícil de manejar.
Pídale que le dé sabiduría para tratar con su hijo descarriado de
manera que pueda acercarlo a usted y a su Padre celestial.—
The
Review and Herald, 8 de julio de 1902
.
Las emociones violentas ponen la vida en peligro
—Ceder a
las emociones violentas pone en peligro la vida. Muchos mueren
víctimas de una explosión de rabia y pasión. Muchos se adiestran
para caer en esas explosiones. Lo podrían impedir si quisieran, pero