Página 153 - Mente, C

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La fe
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y provisiones de las Escrituras.—
El Deseado de Todas las Gentes,
101, 102 (1898)
.
Cultivemos la fe
—Los que hablen acerca de la fe y la cultiven,
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tendrán fe; pero los que abriguen dudas y las expresen, tendrán
dudas.—
Testimonies for the Church 5:302 (1885)
.
No crean que porque han cometido errores siempre deben estar
bajo condenación, porque eso no eso necesario. No permitan que la
verdad sea rebajada ante sus mentes porque los que la profesan no
viven vidas consecuentes. Conserven la fe en la verdad del mensaje
del tercer ángel. Si no cultivan la fe, su importancia gradualmente
será desplazada de sus mentes, y corazones. Tendrán una experiencia
semejante a la de las vírgenes insensatas, que no hicieron provisión
de aceite para sus lámparas, y sus luces se extinguieron. La fe debe
ser cultivada. Si se ha debilitado, es semejante a una planta enferma
que hay que poner al sol, regarla cuidadosamente y atenderla.—
Carta
97, 1895
.
La fe se eleva por encima de las sombras
—Cuando las nubes
se interponen entre vuestra alma y Dios, cuando hay tinieblas a
vuestro alrededor, cuando el enemigo está listo para robarle al alma
su integridad hacia Dios y la verdad, y cuando el error es considerado
plausible y atractivo, entonces es tiempo de orar y ejercer fe en Dios...
El alma, alimentando esa fe, es capaz de levantarse por encima de
sí misma y de traspasar la infernal sombra que el enemigo arroja a
través de la senda de cada alma que lucha por la corona inmortal.—
Nuestra Elavada Vocacion, 128 (1896)
.
La fe descansa en la evidencia
—La palabra del Señor, hablada
por sus siervos, es recibida por muchos con dudas y temores. Y
muchos postergan su obediencia a la amonestación y a los reproches
dados, esperando hasta que haya desaparecido de su mente toda
sombra de incertidumbre. La incredulidad que exige perfecto cono-
cimiento no quiere ceder a la evidencia de que Dios se complace
en dar. El requiere de su pueblo una fe que descanse en el peso
de la evidencia, no sobre el conocimiento perfecto. Los que siguen
a Cristo, que aceptan la luz que Dios les manda, deben obedecer
la voz de Dios que les habla cuando hay muchas otras voces que
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claman contra ella. Requiere discernimiento el distinguir la voz de
Dios.—
Testimonios Selectos 3:149 (1873)
.