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Mente, Cáracter y Personalidad 2
ferente, manifiesten sospecha, prejuicio y rivalidad, y de esa manera
podemos hacer una obra perjudicial para un alma.—
Carta 50, 1897
.
La búsqueda de faltas y la reprensión fomentan el engaño
(consejo a un hombre censurador)
—Hermano mío, sus palabras
de intolerancia hieren a sus hijos. A medida que crezcan, se inten-
sificará en ellos la tendencia a criticar. El hábito de censurar está
corrompiendo su propia vida y se extiende a su esposa y a sus hijos.
Estos no son estimulados a darle su confianza ni a reconocer sus
propios defectos, porque saben que a continuación Ud. expresará
severas reprensiones. Con frecuencia sus palabras son como un
granizo asolador que quebranta las tiernas plantas. Es imposible
evaluar el daño así causado. Sus hijos practican el engaño para evitar
las palabras duras que Ud. pronuncia. Procuran eludir la verdad
para escapar a la censura y al castigo. Una orden fría y dura no los
beneficiará.—
El hogar adventista, 399 (1894)
.
Eliminemos toda palabra descuidada
—Recuerden que por
sus palabras serán justificados o condenados. La lengua necesita
freno. Las palabras que pronuncian son semillas que producirán
fruto para bien o para mal. Ahora es el momento cuando deben
sembrar.
El buen hombre, del buen tesoro de su corazón saca buenas cosas.
¿Por qué? Porque Cristo es una presencia permanente en el alma. La
verdad santificadora es un depósito de sabiduría para todos los que
la practican. Como una fuente de vida, surge para vida eterna. Aquel
en cuyo corazón no mora Cristo, se entregará a una conversación
barata, a exageraciones que harán daño. La lengua que dice cosas
perversas y comunes, con expresiones vulgares, necesita que se le
aplique una brasa del altar.—
Manuscrito 17, 1895
.
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La murmuración impide el crecimiento
—Hay hombres que
poseen excelentes facultades pero que se han detenido y no progre-
san. No avanzan hacia la victoria. Y la habilidad que Dios les ha
concedido carece de valor para su causa porque no la usan. Encontra-
mos muchos murmuradores entre estos hombres. Se quejan porque,
según dicen, no se los aprecia. Pero ellos mismos no se aprecian lo
suficiente como para cooperar con el mayor Maestro que el mundo
haya conocido.—
The Review and Herald, 10 de marzo de 1903
.
No pronuncie palabras de crítica, tajantes o severas (conse-
jo a un ministro y autor)
—El Señor nos ayudará a cada uno de