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Mente, Cáracter y Personalidad 2
inclusive, que rinda interés. Pero este capital, más precioso que
cualquier cuenta bancaria, puede ser sacrificado por la intemperancia
en el comer y el beber, y así permitir que los órganos se malogren
por causa de la inacción. Hay que dejar a un lado las complacencias
preferidas; la haraganería debe ser vencida.—
Testimonies for the
Church 4:408 (1880)
.
Hábitos que degradan las facultades superiores
—Todo hábi-
to que no promueva la acción saludable en el organismo humano,
degrada las más altas y nobles facultades. Los hábitos erróneos
concernientes al comer y al beber conducen a errores en el pensa-
miento y la acción.—
The Review and Herald, 25 de enero de 1881
;
Counsels on Health, 67
.
Victoria sobre los hábitos preestablecidos
—Los hábitos e
ideas preestablecidos deben ser vencidos en muchos casos, antes de
que podamos avanzar en la vida religiosa.—
The Review and Herald,
21 de junio de 1887
;
Fundamentals of Christian Education, 118
.
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Es difícil desaprender los malos hábitos (consejo a un admi-
nistrador)
—Será difícil para Ud. hacer ahora los cambios en su
carácter que Dios le pide que haga, porque ya en su juventud le era
difícil ser puntual y rápido para la acción. Cuando el carácter ya está
formado, los hábitos fijados, y las facultades mentales y morales
se han vuelto firmes, es sumamente difícil desaprender los malos
hábitos y ser rápidos para actuar.
Ud. debería comprender cuál es el valor del tiempo. No tiene
excusa si deja a un lado el trabajo importante, por desagradable que
sea, con la esperanza de no hacerlo en absoluto, o con la idea de que
se torne menos desagradable, mientras ocupa ese tiempo en asuntos
agradables que realmente no son urgentes. Debería hacer primero
lo urgente y lo que tiene vital interés para la causa, y sólo abordar
los asuntos menos importantes después de haber llevado a cabo los
esenciales.
La puntualidad y la decisión en la obra de Dios son fundamenta-
les. Las demoras son virtuales derrotas. Los minutos son de oro y
deben ser aprovechados de la mejor manera posible. Las relaciones
terrenales y los intereses personales siempre deberían ser secun-
darios. Nunca deberíamos permitir que la causa de Dios sufra en
lo más mínimo por causa de nuestros amigos terrenales o nuestros