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Mente, Cáracter y Personalidad 2
las familias de la tierra sean muestras de la familia del cielo.—
The
Review and Herald, 5 de diciembre de 1899
.
Los hábitos rara vez cambian
—Los actos repetidos en cierto
sentido se convierten en hábitos. Estos pueden modificarse mediante
[623]
una severa educación, en la vida posterior, pero rara vez se cam-
bian. Una vez que se ha formado un hábito, se imprime más y más
firmemente en el carácter.—
Conducción del Niño, 185 (1880)
.
Atacar los malos hábitos de otros surte poco efecto
—Poca
utilidad tiene el intento de reformar a los demás atacando de frente
lo que consideremos malos hábitos suyos. Tal proceder resulta a
menudo más perjudicial que benéfico.
En su conversación con la samaritana, en vez de desacreditar el
pozo de Jacob, Cristo presentó algo mejor. “Si conocieses el don de
Dios [dijo] y quién es el que te dice: Dame de beber: tú pedirías de
él, y él te daría agua viva”.
Juan 4:10
. Dirigió la plática al tesoro
que tenía para regalar y ofreció a la mujer algo mejor que lo que ella
poseía: el agua de vida, el gozo y la esperanza del evangelio.—
El
Ministerio de Curación, 114 (1905)
.
El deseo de reforma procede del anhelo de hacer lo recto
Es verdad que algunas veces los hombres se avergüenzan de sus
caminos pecaminosos y abandonan algunos de sus malos hábitos
antes de darse cuenta de que son atraídos a Cristo. Pero cuando hacen
un esfuerzo por reformarse, nacido de un sincero deseo de hacer el
bien, es el poder de Cristo el que los está atrayendo. Una influencia
de la cual no se dan cuenta obra sobre el alma, la conciencia se
vivifica y la vida externa se enmienda. Y a medida que Cristo los
induce a mirar su cruz y contemplar a quien han traspasado sus
pecados, el mandamiento es percibido por la conciencia. Se les
revela la maldad de su vida, el pecado profundamente arraigado
en su alma. Comienzan a entender algo de la justicia de Cristo, y
exclaman: “¿Qué es el pecado, para que exigiera un sacrificio tal por
la redención de su víctima? ¿Fueron necesarios todo este amor, todo
este sufrimiento, toda esta humillación, para que no pereciéramos,
sino que tuviéramos vida eterna?”—
El Camino a Cristo, 25 (1892)
.
[624]
Los malos hábitos deben ser vencidos
—Al contemplar como
por medio de un espejo la gloria del Señor, somos transformados
a su imagen, de gloria en gloria, por su Espíritu. Esperamos dema-
siado poco, y recibimos de acuerdo con nuestra fe. No debemos