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Mente, Cáracter y Personalidad 2
y debería comprender su deber de darle a Dios las cosas que son
de Dios. No debería dejar de entender lo que el Señor requiere de
él. Mientras vive y está en su sano juicio, debería aprovechar la
oportunidad de decidir el destino de la propiedad que Dios le ha
confiado, en lugar de dejarla para que otros la usen y dispongan
de ella después de su muerte.—
Testimonies for the Church 2:675
(1871)
.
No dejen cabos sueltos
—El Hno. L debería poner en orden to-
dos sus asuntos, y no dejar cabos sueltos. Es su privilegio ser rico
en buenas obras y poner para sí mismo un buen fundamento para
el porvenir, de manera que pueda echar mano de la vida eterna. No
le conviene seguir las sugerencias de su juicio vacilante. Debería
buscar el consejo de hermanos de experiencia y procurar la sabi-
duría de Dios para que pueda terminar bien su obra. Debería estar
ahora mismo proveyéndose con todo fervor de “bolsas que no se
envejezcan, tesoro en los cielos que no se agote”.—
Testimonies for
the Church 2:676 (1871)
.
No debería ponerse a un lado a los obreros de edad
—Se de-
bería manifestar el más tierno interés hacia aquellos cuya vida está
vinculada con la obra de Dios. A pesar de sus muchas enfermedades,
estos obreros todavía disponen de talentos que los califican para
ocupar su lugar. Dios quiere que desempeñen cargos directivos en
su obra. Han permanecido fieles en medio de tormentas y pruebas, y
se encuentran entre nuestros más valiosos consejeros.
No perdamos de vista el hecho de que en lo pasado estos fervo-
rosos luchadores lo sacrificaron todo para impulsar la obra. El hecho
de que hayan envejecido y peinen canas en el servicio de Dios, no
es razón para que dejen de ejercer una influencia superior a la de
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hombres que tienen mucho menos conocimiento de la obra y mucha
menos experiencia en las cosas divinas.
Aunque desgastados e incapaces de llevar las pesadas respon-
sabilidades que hombres más jóvenes pueden llevar, su valor como
consejeros es del orden más elevado. Han cometido errores, pero han
adquirido sabiduría como consecuencia de sus fracasos; han aprendi-
do a evitar equivocaciones y peligros, y, ¿no son acaso competentes
para dar sabios consejos? Han soportado la prueba y la tribulación,
y aunque han perdido algo de su vigor, no deberían ser puestos a un
lado por obreros menos experimentados que saben muy poco del