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Las relaciones humanas
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solo de los Mandamientos de Dios para obtener una ganancia mun-
danal. ¿Quiénes somos nosotros? Cristo le dijo a sus discípulos:
“Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con
qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera
y hollada por los hombres”.—
Manuscrito 50, 1904
.
La honestidad es esencial
—En todos los detalles de la vida de-
ben mantenerse los más estrictos principios de honestidad. Estos no
son los principios que gobiernan nuestro mundo, porque Satanás—
engañador, mentiroso y opresor—es el amo, y sus súbditos lo siguen
y llevan a cabo sus propósitos. Pero los cristianos sirven bajo un
Amo diferente, y sus acciones deben ser llevadas a cabo en Dios, sin
tomar en cuenta para nada la ganancia egoísta.
La desviación de la perfecta limpieza en las transacciones co-
merciales puede ser poca cosa según algunos, pero nuestro Salvador
no lo consideró así. Sus palabras en relación con esto son claras y
explícitas: “El que es fiel en lo muy poco, también en lo más es fiel”.
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Lucas 16:10
. Si alguien se aprovecha de su vecino en cosas de poca
monta, se aprovechará en mayor medida cuando se le presente la
tentación. Un falso testimonio en un asunto de poca importancia es
tan deshonesto a la vista de Dios como una falsedad en algo mucho
más importante.
En el mundo cristiano de la actualidad se práctica el fraude en
una medida alarmante. La gente que guarda los Mandamientos de
Dios debería demostrar que está por encima de estas cosas. Las
prácticas deshonestas, que malogran los tratos del hombre con sus
semejantes, nunca deberían ser llevadas a cabo por alguien que
profesa creer la verdad presente. El pueblo de Dios le causa un gran
daño a la verdad cuando se aparta en lo más mínimo de la integridad.
Puede ser que la apariencia de alguien no sea muy agradable;
puede ser que sea deficiente en muchos sentidos, pero si tiene la
reputación de ser recto y honesto, se lo respetará. La estricta integri-
dad cubre muchos rasgos objetables de carácter. La persona que se
aferre insistentemente a la verdad, ganará la confianza de todos. No
sólo confiarán en él sus hermanos en la fe; los incrédulos también se
verán obligados a reconocer que es un hombre de honor.—
Carta 3,
1878
.
La integridad sin dobleces es semejante al oro puro
—Los
siervos de Dios están más o menos obligados a participar de las