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La preocupación y la ansiedad
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Tratando de alcanzar las normas del mundo
—Son muchos
aquellos cuyo corazón se conduele bajo una carga de congojas, por-
que tratan de alcanzar la norma del mundo. Han elegido su servicio,
aceptado sus perplejidades, adoptado sus costumbres. Así su carácter
queda mancillado y su vida convertida en carga agobiadora. A fin de
satisfacer la ambición y los deseos mundanales, hieren la conciencia
y traen sobre sí una carga adicional de remordimiento. La congoja
continua desgasta las fuerzas vitales.
Nuestro Señor desea que pongan a un lado ese yugo de servi-
dumbre. Los invita a aceptar su yugo, y dice: “Mi yugo es fácil, y
ligera mi carga”. Los invita a buscar primeramente el reino de Dios y
su justicia, y les promete que todas las cosas que les sean necesarias
para esta vida les serán añadidas.
La congoja es ciega y no puede discernir lo futuro; pero Jesús
ve el fin desde el principio. En toda dificultad, tiene un camino
preparado para traer alivio.—
El Deseado de Todas las Gentes, 297
(1898)
.
La fe puede ser invencible
—No os acongojéis. Mirando las
apariencias, quejándoos cuando se presentan dificultades, dais prue-
bas de una fe débil y enfermiza. Por vuestras palabras y acciones,
demostrad, al contrario, que vuestra fe es invencible. El Señor posee
recursos innumerables. El mundo entero le pertenece. Mirad a Aquel
que posee luz, potencia y capacidad. El bendecirá a todos aquellos
que traten de comunicar luz y amor.—
Joyas de los Testimonios
3:192 (1902)
.
Las plantas no crecen como resultado de la preocupación o
el esfuerzo consciente
—En vez de afligiros con la idea de que no
estáis creciendo en gracia, cumplid cada obligación que se os presen-
te, llevad el peso de las almas en vuestro corazón, y tratad de salvar
a los perdidos por todos los medios imaginables. Sed bondadosos,
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corteses y compasivos; hablad con humildad de la bendita esperanza;
hablad del amor de Jesús; dad a conocer su bondad, su misericordia
y justicia; dejad de preocuparos y pensad si crecéis o no. Las plantas
no crecen nutridas por algún esfuerzo consciente... La planta no se
angustia constantemente acerca de su crecimiento. No hace más que
crecer bajo la vigilancia divina.—
MeM 106 (1898)
.