Página 103 - Mensajes Selectos Tomo 2 (1967)

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Las visiones de Ana Phillips
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En casos como éstos es indispensable que manifestemos mode-
ración. El Señor está cerca. No podemos permitirnos obrar como lo
han hecho quienes han presentado las declaraciones de Ana Phillips
a nuestras iglesias sin tener una evidencia clara y certera de que Dios
hablaba a su pueblo mediante ella. Si nuestros ministros presentan
apresuradamente delante del pueblo alguna cosa pretendiendo que
tienen las credenciales divinas—a menos que sepan con toda certi-
dumbre que procede de Dios—, estarán llevando a cabo una obra
que Dios no les ha encomendado. Sobrevendrán muchas cosas que
tendrán algunas de las marcas de la verdad, pero cuya intención será
engañar. Tan pronto como se las promulgue como el gran poder
de Dios, Satanás estará listo para entretejer en ellas aquello que ha
preparado para descarriar a las almas de la verdad para este tiempo...
El error lleva la inscripción de la verdad
Están surgiendo todos los mensajes concebibles para desfigurar
la obra de Dios, y siempre llevan la inscripción de la verdad sobre
su estandarte...
No es asunto de poca importancia sustituir la voluntad revelada
de Dios con opiniones y declaraciones, sueños, símbolos y figuras
procedentes de seres humanos finitos. Nuestras acciones y pala-
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bras, nuestro espíritu y nuestra influencia son vigilados y criticados.
Aquellos a quienes Dios ha elegido para que sean ministros suyos
deben afirmarse sólidamente en su Palabra, y dejar que su Palabra
sea su autoridad...
En este tiempo, por encima de todo otro tiempo, el juicio apre-
surado, las opiniones formadas descuidadamente, sin evidencia sufi-
ciente, pueden conducir a los resultados más desastrosos. Cuando
buscamos las causas a partir de los efectos, encontramos que en esa
forma se han producido daños que en algunos casos son irremedia-
bles. Cuánta sabiduría y discernimiento espiritual se necesitan para
proporcionar alimento al rebaño de Dios, que sea forraje puro, cabal-
mente zarandeado. Los rasgos de carácter naturales y hereditarios
necesitan ser sometidos a un firme control, porque de lo contrario el
celo encendido y los buenos propósitos se desviarán hacia el mal, y
el exceso en los sentimientos producirá tales presiones en los cora-