Página 173 - Mensajes Selectos Tomo 2 (1967)

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Una exhortación dirigida a D. M. Canright
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a reconocer su supremacía. Ahora Ud. está haciendo esto. Pero antes
de dar otro paso, lo insto a reflexionar.
¿Qué anotaciones concernientes a Ud. están registrando los án-
geles? ¿Cómo hará frente Ud. a ese registro? ¿Qué excusa presentará
Ud. a Dios por su apostasía? Ud. siempre ha deseado realizar una
obra grandiosa. Si se hubiera conformado con hacer su obra pequeña
con exactitud y fidelidad, esto hubiera recibido la aprobación del
Maestro. Pero recuerde que se requerirá toda una vida para recuperar
lo que se descarta en un momento cuando se cede a la tentación y
cuando se actúa atolondradamente.
Estamos viajando, como extranjeros y peregrinos, rumbo a una
patria mejor; pero sería mucho mejor para Ud. y para mí ser como
bestias de carga que aran el campo antes que estar en el cielo sin
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tener un corazón que simpatice con sus moradores. Mediante un
acto momentáneo de la voluntad Ud. puede colocarse bajo el poder
de Satanás, pero se requerirá más que un acto momentáneo de la
voluntad para romper sus grilletes y alcanzar una vida más elevada y
más santa. Puede tomarse la decisión y comenzarse el trabajo, pero
su realización requerirá esfuerzo, tiempo y perseverancia, paciencia
y sacrificio. El hombre que se alejó deliberadamente de Dios mien-
tras andaba a plena luz, cuando desee regresar a él, encontrará que
espinas y abrojos han crecido en su senda, y no debe sorprenderse ni
desanimarse si se ve obligado a recorrer un largo trecho con los pies
heridos y sangrantes. La evidencia más tremenda y temible de la
caída de un hombre desde una condición mejor, consiste en el hecho
de que es tan difícil volver a esa condición. El camino de retorno
puede recorrerse tan sólo mediante una dura lucha, centímetro por
centímetro, y hora tras hora.
La senda que conduce al cielo es demasiado angosta para permi-
tir que los de figuración social y los ricos la recorran pomposamen-
te; demasiado estrecha para dar lugar a la ambición, y demasiado
empinada y áspera para que transiten por ella los carruajes de la
comodidad. El esfuerzo, la paciencia, la abnegación, el vituperio, la
pobreza, el trabajo duro, la oposición de los pecadores: todo esto
constituyó la parte que Cristo debió soportar, y también debe ser la
parte que el ser humano debe llevar si desea entrar alguna vez en el
Paraíso de Dios.