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Mensajes Selectos Tomo 2
La exaltación de Cristo
Cada alma que verdaderamente acepta a Cristo por la fe, anda-
rá con humildad de corazón. No se exaltará a sí misma, sino que
exaltará a Cristo como Aquel de quien depende la esperanza de vida
eterna. “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe” (
Efesios
2:8
), ha declarado el apóstol Pablo. Y es la gracia de Cristo en noso-
tros la que nos convierte en sus testigos. Podemos ser vencedores
únicamente mediante la sangre del Cordero y por la palabra de nues-
tro testimonio. Mediante una vida bien ordenada y una conducta
piadosa, nos convertimos en luces en la iglesia y en el mundo. Las
cosas espirituales deben discernirse espiritualmente. Quienes be-
ban en más abundancia de las aguas de salvación manifestarán más
plenamente la humildad y la mansedumbre de Cristo.
Se me ha pedido que diga a los que han sido llamados a enseñar
la Palabra de Dios, y también a los demás:
Nunca estimuléis a los hombres a ir a vosotros en busca de
sabiduría. Cuando los hombres acudan a vosotros en procura de
consejo, señaladles a Aquel que lee los motivos de cada corazón.
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Un espíritu diferente debe compenetrar nuestra obra ministerial.
Ninguna persona debe actuar como confesor, ni ningún hombre debe
ser exaltado como supremo. Nuestra obra consiste en humillar el yo
y en exaltar a Cristo ante la gente. Después de su resurrección, el
Salvador prometió que su poder acompañaría a todos los que salieran
en su nombre. Exáltense este poder y este nombre. Necesitamos
recordar continuamente la oración de Cristo cuando oró que el yo
fuese santificado por la verdad y la justicia.
El poder del Padre eterno y el sacrificio del Hijo deberían es-
tudiarse más de lo que se estudian actualmente. La obra perfecta
de Cristo fue consumada mediante su muerte en la cruz. Nuestra
única esperanza de salvación se encuentra en su sacrificio y en su
intercesión a la diestra del Padre. Deberíamos encontrar gozo en
exaltar el carácter de Dios delante de los hombres, y en hacer que su
nombre sea alabado en la tierra (Manuscrito 137, 1907).
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