Página 181 - Mensajes Selectos Tomo 2 (1967)

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19—Una lección objetiv
Los comienzos de la apostasía de Salomón pueden rastrearse
hasta muchas al parecer pequeñas desviaciones de los principios co-
rrectos. La asociación con mujeres idólatras no fue de ningún modo
la única causa que motivó su caída. Entre las causas principales que
condujeron a Salomón a la extravagancia y la opresión tiránica, se
encuentra el proceso por el cual desarrolló y alentó un espíritu de
codicia.
En los días del Israel antiguo, cuando Moisés, al pie del Sinaí,
dio al pueblo la orden divina: “Y harán un santuario para mí, y habi-
taré en medio de ellos” (
Éxodo 25:8
), la respuesta de los israelitas
fue acompañada por donativos apropiados. “Y vino todo varón a
quien su corazón estimuló, y todo aquel a quien su espíritu le dio
voluntad” (
Éxodo 35:21
), y trajeron ofrendas. Para la construcción
del santuario se requirieron grandes y costosos preparativos; se ne-
cesitó una gran cantidad de los materiales más costosos y caros;
sin embargo, el Señor aceptó únicamente las ofrendas voluntarias.
“De todo varón que la diere de su voluntad, de corazón, tomaréis mi
ofrenda” (
Éxodo 25:2
), fue la orden divina repetida por Moisés a la
congregación. La devoción a Dios y un espíritu de sacrificio fueron
los primeros requisitos necesarios en la preparación de una morada
para el Altísimo.
Un llamamiento similar al sacrificio de sí mismo se hizo cuando
David encomendó a Salomón la responsabilidad de construir el
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templo. David preguntó a la multitud reunida que había llevado sus
donativos liberales: “¿Y quién quiere hacer hoy ofrenda voluntaria a
Jehová?”
1 Crónicas 29:5
. Los que tenían que ver con la construcción
del templo debían recordar siempre este llamamiento.
Hombres escogidos fueron capacitados especialmente por Dios
con habilidades y sabiduría para la construcción del tabernáculo
del desierto. “Y dijo Moisés a los hijos de Israel: Mirad, Jehová ha
nombrado a Bezaleel... de la tribu de Judá y lo ha llenado del Espíritu
Publicado en
The Review and Herald, 4 de enero de 1906
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