Página 183 - Mensajes Selectos Tomo 2 (1967)

Basic HTML Version

Una lección objetiva
179
El rey fenicio respondió enviándole a Hiram-abi, “un hombre
hábil y entendido..., hijo de una mujer de las hijas de Dan, mas
su padre fue de Tiro”.
2 Crónicas 2:13, 14
. Este contramaestre,
Hiram-abi, era un descendiente, por la línea materna, de Aholiab, a
quien, cientos de años antes, Dios había concedido sabiduría especial
para la construcción del tabernáculo. De este modo, al frente de la
compañía de obreros de Salomón, se había colocado a un hombre
no santificado, que pedía una remuneración superior debido a su
habilidad excepcional.
Los esfuerzos de Hiram-abi no estaban motivados por un deseo
de prestar su mejor servicio a Dios. Servía al Dios de este mundo:
Mammón. Las mismas fibras de su ser se habían impregnado con el
principio del egoísmo, lo cual se manifestaba en su codicia por una
remuneración superior. Y estos principios errados, gradualmente
llegaron a ser compartidos por sus asociados. Al trabajar con él día
a día, cedieron a la tentación de comparar su remuneración con la
de él, y comenzaron a perder de vista el carácter santo de su obra, y
a insistir en la diferencia que había entre su sueldo y el suyo. Poco a
poco perdieron su espíritu de abnegación y alentaron un espíritu de
[200]
codicia. El resultado fue la exigencia de un salario mayor, el cual
les fue concedido.
La influencia perjudicial puesta en marcha al emplear a este hom-
bre de espíritu codicioso, compenetró todas las ramas del servicio
del Señor, y se extendió por todo el reino de Salomón. Los sueldos
elevados exigidos y recibidos dieron a muchos la oportunidad de
entregarse al lujo y a la extravagancia. Esta situación produjo efectos
a largo plazo, y puede considerarse una de las causas principales de
la terrible apostasía de aquel que una vez fue el más sabio de los
mortales. El rey no estaba solo en su apostasía. En todos lados podía
verse la extravagancia y la corrupción. Los pobres eran oprimidos
por los ricos; el espíritu de abnegación en el servicio de Dios casi
había desaparecido.
Esto constituye una lección importantísima para el pueblo de
Dios de la actualidad: una lección que muchos tardan en aprender.
El espíritu de codicia, de búsqueda de la posición más elevada y del
sueldo más alto, abunda en el mundo. Se encuentra demasiado poco
el antiguo espíritu de abnegación y sacrificio personal. Pero éste
es el único espíritu que puede animar a un verdadero seguidor de