Página 184 - Mensajes Selectos Tomo 2 (1967)

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Mensajes Selectos Tomo 2
Jesús. Nuestro Maestro divino nos dio un ejemplo acerca de la forma
como hemos de trabajar. Y a los que dijo: “Venid en pos de mí, y os
haré pescadores de hombres” (
Mateo 4:19
), no les ofreció una suma
determinada de dinero como recompensa por sus servicios. Debían
compartir con él su abnegación y sacrificio.
Los que pretenden ser seguidores del Maestro de los obreros, y
que entran a su servicio como colaboradores con Dios, deben poner
en su obra la exactitud y la habilidad, el tacto y la sabiduría, que el
Dios de perfección requirió en la edificación del santuario terrenal. Y
ahora, tal como en aquel tiempo y en los días del ministerio terrenal
de Cristo, la devoción a Dios y el espíritu de sacrificio deberían
considerarse como los primeros requisitos de un servicio aceptable.
Dios quiere que ni un solo hilo de egoísmo sea tejido en su obra.
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Un caso en la historia adventista
Debería considerarse con mucho cuidado el espíritu que pre-
domina en las instituciones del Señor. Estas instituciones fueron
fundadas con abnegación, y han ido creciendo mediante los dones
abnegados del pueblo de Dios y el trabajo dedicado de sus siervos.
Todo lo que se relaciona con el servicio de las instituciones debe-
ría llevar la aprobación del cielo. Debería cultivarse y estimularse
un sentido de la santidad de las instituciones de Dios. Los obreros
deberían humillar sus corazones delante del Señor, y reconocer su
soberanía. Todos deben vivir de acuerdo con los principios de la
abnegación. Cuando el obrero genuino y abnegado, con su lámpara
espiritual bien acondicionada y ardiendo, se esfuerza desinteresada-
mente por promover los intereses de la institución en la cual trabaja,
tendrá una experiencia valiosa, y estará en condiciones de decir:
“Verdaderamente el Señor está en este lugar”. Sentirá que le asiste
un gran privilegio al permitírsele proporcionar a la institución del
Señor su habilidad, sus servicios y su vigilancia incansable.
En los primeros días del mensaje del tercer ángel, los que esta-
blecieron nuestras instituciones y los que trabajaron en ellas, estaban
movidos por elevados sentimientos de abnegación. Como remu-
neración por su esforzado trabajo, recibían no más que una mera
pitanza, a duras penas suficiente para sostenerse magramente. Pero
sus corazones habían sido bautizados por el ministerio del amor. La