Página 185 - Mensajes Selectos Tomo 2 (1967)

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Una lección objetiva
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recompensa de una liberalidad integral se advertía claramente en
su estrecha comunión con el Espíritu del Maestro de los obreros.
Practicaban la economía más estrecha a fin de que tantos obreros
como fuera posible pudieran plantar el estandarte de la verdad en
nuevos lugares.
Pero con el tiempo se produjo un cambio. El espíritu de sacrificio
no fue tan evidente. En algunas de nuestras instituciones los sueldos
de unos pocos obreros se aumentaron en forma irrazonable. Los que
recibieron estos sueldos sostenían que merecían una suma mayor
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que otros, debido a sus talentos superiores. ¿Pero quién les dio sus
talentos y su habilidad? Con el aumento de las remuneraciones se
produjo un aumento constante de la codicia, que es idolatría, y una
decidida declinación de la espiritualidad. Se introdujeron males
evidentes y Dios fue deshonrado. Las mentes de muchas personas
que contemplaban esa codicia por sueldos cada vez más elevados,
quedaron corrompidas por la duda y la incredulidad. Principios
extraños, como levadura maligna, compenetraron casi todo el cuerpo
de creyentes. Muchos cesaron en la práctica de la abnegación, y no
pocos retuvieron sus diezmos y ofrendas.
Dios en su providencia llamó a realizar una reforma en su obra
sagrada, la cual debía comenzar en el corazón, y de allí obrar hacia el
exterior. Algunos que continuaron ciegamente estimando muy alto
sus servicios, fueron despedidos. Otros recibieron el mensaje que se
les daba, se volvieron a Dios de todo corazón y aprendieron a aborre-
cer su espíritu codicioso. Hasta donde les fue posible, se esforzaron
por dar el debido ejemplo al pueblo, reduciendo voluntariamente
su sueldo. Comprendieron que nada menos que una transformación
completa de la mente y el corazón los salvaría de ser arrastrados por
alguna tentación dominante.
Una amenaza para la obra denominacional agresiva
La obra de Dios es una sola en toda su amplia extensión, y en
todas partes debería estar controlada por los mismos principios,
y en todas sus divisiones debería manifestarse el mismo espíritu.
Debería llevar el sello de la obra misionera. Cada departamento de
la causa se relaciona con todas las partes del campo evangélico, y el
espíritu que controla un departamento se sentirá a través de todo el