Página 195 - Mensajes Selectos Tomo 2 (1967)

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Normas generales para la remuneración de los obreros
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salvación de las almas. No deben mezquinarse sus sueldos justos.
No debería permitirse que los que están dispuestos a trabajar por el
Maestro carezcan de lo necesario para satisfacer las necesidades de
la vida. Debería permitírseles vivir confortablemente; y deberían,
además, tener dinero suficiente para hacer donaciones a la causa de
Dios, porque ocurre con frecuencia que se espera de ellos que tomen
la delantera en las ofrendas (Manuscrito 103, 1906).
Sin compromisos con empresas mundanales y libres de deberes
que están en conflicto con la obra de Dios
Hay muchas cosas que necesitan ajustarse, y que lo serán si nos
adherimos estrictamente a los principios. Se me dieron instrucciones
especiales concernientes a nuestros ministros. No es la voluntad
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de Dios que ellos procuren llegar a ser ricos. No deberían com-
prometerse con empresas mundanales, porque esto los descalifica
para dedicar sus mejores capacidades a las cosas espirituales. Sin
embargo, deberían recibir sueldos suficientes para sostenerse a sí
mismos y a sus familias. No debería recargárselos hasta el punto
de no poder atender debidamente la iglesia que está en sus propios
hogares. Tienen el deber de enseñar a sus hijos, tal como lo hizo
Abrahán, a acatar la voluntad del Señor y a obrar con justicia y
juicio...
Que los ministros y los maestros recuerden que Dios los ha he-
cho responsables de cumplir sus cargos en la forma mejor que lo
permitan sus habilidades, y que dediquen a su trabajo sus mejores
facultades. No deben asumir deberes que estén en conflicto con
la obra que Dios les ha encomendado. Cuando los ministros y los
maestros, oprimidos constantemente por la carga de la responsa-
bilidad financiera, van al púlpito o a la sala de clase cansados y
molestos, con el cerebro recargado y los nervios en tensión, ¿qué
otra cosa podría esperarse sino que se emplee fuego profano en
lugar del fuego sagrado encendido por Dios? El esfuerzo excesivo
perjudica al orador y frustra a los oyentes. No ha tenido tiempo para
buscar al Señor, ha carecido de la oportunidad para buscar con fe la
unción del Espíritu Santo. ¿No cambiaremos este modo de trabajar?
(Manuscrito 101, 1902).