1—Advertencias contra las enseñanzas
sensacionales y la religión emocional
El peligro de las especulaciones
Un tiempo de tribulación está por sobrecoger al pueblo de Dios,
pero no debemos recordárselo constantemente y obligarlo a pasar
en forma prematura por ese período de aflicción. Tiene que ocurrir
un zarandeo en el pueblo de Dios, pero no es ésta la verdad presente
que ha de llevarse a las iglesias. Ocurrirá como resultado del rechazo
de la verdad presentada.
Los ministros no deberían pensar que poseen ciertas admirables
ideas progresistas, y que a menos que todos las reciban serán dejados
de lado, y en su lugar se levantará un pueblo que avanzará hacia la
victoria. El objetivo de Satanás se cumple tan ciertamente cuando
los hombres se adelantan a Cristo y realizan la obra que él nunca
les confió, como cuando permanecen en la condición propia de los
de Laodicea: siendo tibios, pero sintiéndose ricos y con abundancia
de bienes, creyendo que no necesitan nada. Estas dos clases se
convierten igualmente en piedras de tropiezo.
Algunos entusiastas que apuntan a la originalidad y utilizan toda
su energía para conseguirla, han cometido un grave error al querer
presentar al pueblo alguna cosa maravillosa y fascinadora que cause
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sobresalto, alguna cosa que ellos creen que otros no comprenden;
pero con frecuencia ni ellos mismos saben de qué están hablando.
Especulan con la Palabra de Dios, promoviendo ideas que no tienen
ni un ápice de utilidad para ellos ni para las iglesias. Puede ser
que exciten la imaginación momentáneamente; pero se produce
una reacción, y esas mismas ideas se convierten en estorbos. Se
confunde la fe con el capricho, y sus conceptos pueden torcer los
pensamientos, encaminándolos en una dirección errónea. Sean las
nítidas y sencillas declaraciones de la Palabra de Dios el alimento
para la mente, porque esta especulación acerca de ideas que no están
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