Página 242 - Mensajes Selectos Tomo 2 (1967)

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Mensajes Selectos Tomo 2
dos, y sin embargo en estas prolongadas noches australianas, en las
tinieblas, todo parece estar iluminado a mi alrededor, y gozo de una
dulce comunión con Dios.
Cuando me encontré por primera vez en una condición de im-
potencia, lamenté profundamente haber cruzado el ancho océano.
¿Por qué no estaba en los Estados Unidos? ¿Por qué me hallaba en
este país a un costo tan elevado? Varias veces oculté la cara entre las
frazadas y lloré abundantemente. Pero no me complací por mucho
tiempo en el desahogo superfluo proporcionado por las lágrimas.
Me dije a mí misma: “¿Qué quieres decir, Elena G. de White?
¿Acaso no has venido a Australia porque pensabas que era tu deber
ir adonde la asociación consideraba que era mejor que fueras? ¿No
ha sido ésta tu costumbre?”
Contesté: “Sí”.
“¿Entonces por qué te sientes casi abandonada y desanimada?
¿No es ésta la obra del enemigo?”
Dije: “Creo que lo es”.
Sequé mis lágrimas tan rápidamente como pude, y dije: “Ya es
suficiente; no volveré a contemplar el lado oscuro. Sea que viva o
muera, encomiendo la protección de mi alma al que murió por mí”.
Luego creí que el Señor haría todas las cosas bien, y durante
estos ocho meses de desvalimiento, no he tenido ningún desaliento
ni duda. Ahora considero este asunto como una parte del gran plan
del Señor para el bien de su pueblo aquí en este país, para el de
los Estados Unidos, y para mi propio bien. No puedo explicar por
qué ni cómo, pero lo creo. Y me siento gozosa en medio de mi
aflicción. Puedo confiar en mi Padre celestial. No dudaré de su amor.
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Tengo un guardián que vigila día y noche; y alabaré al Señor, porque
su alabanza está en mis labios procedente de un corazón lleno de
gratitud.—
Carta 18a, 1892
.
Meditaciones en los días de aflicción
Oración y ungimiento, pero sin curación inmediata
21 de mayo de 1892
. Ya terminó la noche penosa que pasé casi
sin dormir. Ayer por la tarde, el pastor [A. G.] Daniells y su esposa,
el pastor [G. C.] Tenney y su esposa, y los Hnos. Stockton y Smith
vinieron a nuestra casa a pedido mío para pedir al Señor que me