Fortaleza en la aflicción
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sanara. Tuvimos una reunión de oración muy fervorosa, y fuimos
muy bendecidos. Quedé aliviada, pero mi salud no fue restablecida.
Ahora he hecho todo lo posible por seguir las instrucciones de la
Biblia, y esperaré que el Señor obre, en la creencia que él me sanará
cuando él lo considere oportuno. Mi fe se afirma en esa promesa:
“Pedid, y recibiréis”.
Juan 16:24
.
Creo que el Señor escucha nuestras oraciones. Yo esperaba ser
libertada inmediatamente de mi cautividad, y en mi juicio finito
estimaba que de este modo Dios sería glorificado. Fui muy bendecida
durante nuestra reunión de oración, y me aferraré a la seguridad que
entonces se me dio: “Yo soy tu Redentor; yo te sanaré” (Manuscrito
19, 1892).
“No perderé el dominio propio”
23 de junio de 1892
. Ha transcurrido una noche más. Dormí so-
lamente tres horas. No experimenté tanto dolor como de costumbre,
pero estuve intranquila y nerviosa. Después de permanecer despier-
ta durante un tiempo, procurando dormir, desistí de mi empeño, y
dirigí toda mi atención a buscar al Señor. Cuán preciosa fue para
mí esta promesa: “Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad,
y se os abrirá”.
Mateo 7:7
. Oré fervorosamente al Señor pidiendo
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confortamiento y paz, los que únicamente el Señor Jesús puede dar.
Quiero la bendición del Señor de modo que, aunque experimente
dolores, no pierda el dominio propio. No me atrevo a confiar en mí
misma ni por un solo instante.
En el momento en que Pedro apartó sus ojos de Cristo, comenzó
a hundirse. Cuando comprendió el peligro que corría y elevó sus
ojos y su voz a Jesús exclamando: ¡Sálvame, Señor, que perezco!, lo
sostuvo la mano que siempre está lista para salvar a los que perecen,
y fue salvado...
En mi hogar debo buscar la paz diariamente y seguir en pos de
ella... Y aunque el cuerpo sufre, y el sistema nervioso está debilitado,
no debemos pensar que estamos en libertad de hablar de mal humor
o pensar que no estamos recibiendo toda la atención que deberíamos
tener. Cuando damos lugar a la impaciencia, expulsamos del corazón
al Espíritu de Dios, y damos lugar a los atributos de Satanás.