Página 245 - Mensajes Selectos Tomo 2 (1967)

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Fortaleza en la aflicción
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de Jesús llena el corazón, ese amor se manifestará en la vida. No
manifestaremos la determinación de hacer nuestra propia voluntad,
ni una obstinada y egoísta renuencia a ser felices o a ser complacidos.
La salud del cuerpo depende más de la condición saludable del
corazón de lo que mucho suponen.
Uno puede imaginar que ha sido desairado, puede pensar que
no ocupa una posición que está capacitado para desempeñar, y de
este modo puede convertirse en un presunto mártir. Se siente infeliz,
¿pero a quién hay que culpar? Una cosa es segura: la bondad y
la amabilidad contribuirán más a engrandecerlo que cualquier pre-
sunta habilidad acompañada por la maldición de un modo de ser
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displicente (Manuscrito 19, 1892).
Jesús conoce nuestras aflicciones y dolores
26 de junio de 1892
. Me alegra la llegada de la luz del día,
porque las noches son largas y cansadoras. Pero cuando no puedo
dormir, la gratitud llena mi corazón al pensar en Aquel que nunca
disminuye su vigilancia sobre mí, para mi bien. ¡Qué pensamiento
maravilloso es saber que Jesús está perfectamente enterado de los
dolores y las aflicciones que soportamos! El padeció todas nuestras
tribulaciones. Algunos de nuestros amigos no saben nada acerca de
las miserias humanas o de los padecimientos físicos. Nunca están
enfermos, y por lo tanto no pueden comprender los sentimientos
de los que padecen. Pero Jesús se compadece de nosotros a causa
de nuestra enfermedad. El es el gran médico misionero. Adoptó la
forma humana, y se colocó a la cabeza de una nueva dispensación, a
fin de reconciliar la justicia y la compasión (Manuscrito 19, 1892).
“Haz de mí una rama saludable y fructífera”
29 de junio de 1892
. Mi oración al despertar es: Jesús, guarda
hoy a tu hija. Tómame bajo tu protección. Haz de mí una rama
saludable y fructífera de tu vid viviente. Cristo dice: “Separados
de mí nada podéis hacer”.
Juan 15:5
. En Cristo y mediante Cristo
podemos hacer todas las cosas.
Aquel que fue adorado por los ángeles, Aquel que escuchó la
música del coro celestial, siempre se compadeció, mientras estuvo en
la tierra, de las aflicciones de los niños, y siempre estuvo dispuesto