Página 257 - Mensajes Selectos Tomo 2 (1967)

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Seguridad para los que encaran la muerte
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QUERIDOS HIJOS,
Pienso en todos vosotros y oro por todos. Oh, si tan sólo mejorara
el estado de María, ¡cuánto alegraría esto mi corazón! El Señor
hará que su luz brille alrededor de vosotros. El os bendecirá, os
fortalecerá y os ayudará, en este tiempo de zozobra por el cual estáis
pasando. El Redentor es misericordioso, y rebosa de tierna simpatía
y amor. Ahora es el momento de encomendar la protección del alma
a Dios como a un fiel Creador. Qué bendita esperanza tenemos: una
esperanza que se hace cada vez más fuerte a medida que aumentan
las pruebas y las aflicciones. Demostrad ahora vuestra confianza en
Aquel que dio su vida por vosotros.
Agradece a Dios, María, porque esta leve tribulación momen-
tánea produce en ti un cada vez más excelente y eterno peso de
gloria. Tú sabes en quién has creído, y estás persuadida de que él
puede guardar lo que le has confiado hasta que venga aquel día. Las
pruebas pueden ser severas, pero contempla a Jesús a cada instante,
no para luchar sino para descansar en su amor. El cuida de ti.
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Sabemos que a medida que se intensifican las pruebas, la espe-
ranza se torna cada vez más fuerte. Los rayos del Sol de Justicia
deben brillar en tu corazón con su poder sanador. Mira más allá
de las nubes hacia el resplandor del Sol de Justicia. Agradece a
Dios porque el ancla permanece firme en la tempestad de la prueba.
Tenemos un Intercesor sempiterno que defiende nuestros casos indi-
viduales delante del Padre. Los gozos de una recompensa eterna han
sido comprados a un precio infinito.
Que el Señor os conforte, os fortalezca y os bendiga es mi oración
de todos los días. Oh, cuando veamos al Rey en su hermosura, ¡que
día de gozo será! Descansaremos en las abundantes promesas de
Dios. El nunca nos fallará, sino que será para nosotros una ayuda
constante en todo momento de necesidad.—
Carta 77, 1890
.
Battle Creek, Míchigan, 16 de junio de 1890
QUERIDO GUILLERMO,
Estoy ansiosa por todos vosotros, y especialmente por la querida
María. Oro por ella todos los días y también todas las noches, y sé
que el Señor la tiene en la palma de su mano. María, puedes decir
ahora con toda confianza: “Yo sé a quién he creído, y estoy seguro