Página 256 - Mensajes Selectos Tomo 2 (1967)

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Mensajes Selectos Tomo 2
Te dejo por fe en los brazos de Cristo. El te ama. Sé que tú no
estás lejos de Cristo, sino que te acercas a él con la plena seguridad
de la fe, en humilde dependencia de su sangre y su justicia. Acepta
la salvación como el don de su gracia, creyendo en la promesa
porque él la ha dado. Contempla a Jesús; éste es mi único consuelo
y esperanza. El Señor te ha estado guiando a lo largo de una senda
de dolorosa humillación. Te han ocurrido muchas cosas sobre las
que no tenías control. Has sido guiada por él paso tras paso, cada
vez más adentro en el valle, pero únicamente para ponerte en una
comunión más estrecha con Jesús en su vida de humillación.
¿Has dado un solo paso, amadísima hija, sin que te haya acom-
pañado Jesús? ¿Hay alguna angustia que él no sienta? ¿Hay algún
pecado que él no haya llevado, alguna cruz que él no haya soportado,
alguna aflicción con la cual no haya simpatizado? El se conmue-
ve con los padecimientos que experimentamos a causa de nuestras
enfermedades. Estás conociendo el significado de la comunión con
los sufrimientos de Cristo. Participa con Cristo en sus sufrimientos.
Dios lo sabe todo, hija valiente y abnegada. Te entrega una copa en
la cual derrama una gota de sus propios sufrimientos. Coloca sobre
tus hombros la parte liviana de la cruz; arroja una sombra sobre tu
alma...
Confíate a las manos de Jesús. No te preocupes. No pienses
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que Dios se ha olvidado de ser misericordioso. Jesús vive y no te
abandonará. Que el Señor sea tu cayado, tu sostén, la protección de
tu vanguardia y de tu retaguardia.—
Carta 56, 1890
.
Battle Creek, Míchigan, 13 de febrero de 1890
MI QUERIDA HIJA,
El Señor te bendice, te confortará, y te proporcionará un gran
consuelo y paz en él. El desea que descanses tranquilamente en sus
manos, y que creas que él hará bien todas las cosas...
Ten buen ánimo. Sigue mirando hacia arriba. Jesús es la única
esperanza de todos nosotros. No te dejará ni te olvidará. Las pro-
mesas de Dios son preciosas. Debemos aferrarnos a ellas. No las
abandonemos.—
Carta 57, 1890
.
Santa Helena, California, 28 de mayo de 1890