Página 276 - Mensajes Selectos Tomo 2 (1967)

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Mensajes Selectos Tomo 2
a menudo al Dador de todas nuestras bendiciones? Necesitamos
cultivar la gratitud. Deberíamos contemplar frecuentemente y volver
a contar las mercedes de Dios, y alabar y glorificar su santo nombre,
aun cuando experimentemos dolor y aflicción...
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Es grande la misericordiosa bondad con que el Señor nos trata.
Nunca dejará ni olvidará a los que confían en él. Si pensáramos y
habláramos menos de nuestras pruebas, y más de la misericordia
y la bondad de Dios, nos sobrepondríamos a una buena parte de
nuestra tristeza y perplejidad. Hermanos míos que pensáis que estáis
entrando en la senda tenebrosa, y que tal como los cautivos de
Babilonia debéis colgar vuestras arpas sobre los sauces, convirtamos
la prueba en un canto de gozo. Podéis decir: ¿Cómo puedo cantar con
una perspectiva tan oscura delante de mí, con esta carga de aflicción y
dolor sobre mi alma? ¿Pero nos han privado las aflicciones terrenales
del Amigo todopoderoso que tenemos en Jesús? El maravilloso
amor de Dios manifestado en el don de su amado Hijo, ¿no debería
ser constantemente un tema de gozo? Cuando llevemos nuestras
peticiones al trono de la gracia, no olvidemos de ofrecer también
himnos de agradecimiento. “El que sacrifica alabanza me honrará”.
Salmos 50:23
. La vida eterna de nuestro Salvador nos proporciona un
motivo constante de gratitud y alabanza.—
The Review and Herald,
1 de noviembre de 1881
.
La gloriosa mañana de la resurrección
Mensaje para unos amigos de la isla Pitcairn
Sentirnos mucha pena el jueves pasado cuando nos enteramos
de vuestra profunda aflicción. Nuestros corazones se conduelen a
causa del fallecimiento de miembros de la familia de nuestro querido
Hno. [J. R.] McCoy. Nuestra simpatía se dirige a todos los que han
sido afligidos por este dolor. La extendemos asimismo a los niños
y los miembros de la familia que han experimentado tan amargo
sufrimiento. Pero deseamos señalaros a Jesús como vuestra única
esperanza y consuelo. La querida compañera de nuestro afligido
Hno. McCoy, y la madre de los acongojados hijos a quienes amó,
yace silenciosa en la muerte. Pero si bien es cierto que lloramos con
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los que lloran, nos regocijamos porque esta amada madre, su hija,