Página 281 - Mensajes Selectos Tomo 2 (1967)

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Los enlutados
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manantial. Cuando se hizo esto, el pueblo que padecía de sed pudo
beber con seguridad y placer.
Dios ha provisto un bálsamo para cada herida. Hay un bálsamo
en Galaad, y también hay un médico allí. ¿No estudiaréis las Escri-
turas como nunca antes? Buscad al Señor para que os proporcione
sabiduría para cada emergencia. En cada prueba rogad a Jesús que
os muestre el camino que os hará salir de vuestros problemas, y en-
tonces vuestros ojos serán abiertos para que contempléis el remedio
y apliquéis a vuestro caso las promesas sanadoras registradas en su
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Palabra. En esta forma el enemigo no encontrará lugar para induciros
a lamentaros y a ser incrédulos; pero en lugar de esto tendréis fe,
esperanza y valor en el Señor. El Espíritu Santo os dará un claro
discernimiento para que veáis y os apropiéis de cada bendición que
servirá de antídoto contra la aflicción, como una rama sanadora para
cada gota de amargura que se vierta en vuestros labios. Cada gota de
amargura será mezclada con el amor de Jesús, y en vez de quejaros
debido a la aflicción, comprenderéis que el amor y la gracia de Jesús
están tan mezclados con el pesar, que éste se ha convertido en un
gozo humilde y santificado.
Cuando nuestro hijo mayor Enrique estaba a las puertas de la
muerte, dijo: “El lecho de dolor es un lugar precioso cuando con-
tamos con la presencia de Jesús”. Cuando nos veamos obligados
a beber las aguas de amargura, apartémonos de lo amargo y bus-
quemos aquello que es precioso y que irradia luz. Cuando el alma
humana está sometida a pruebas, la gracia puede proporcionarle
seguridad, y cuando estamos junto al lecho de muerte y vemos cómo
el cristiano puede soportar el sufrimiento y pasar por el valle de
muerte, reunimos fuerza y valor para trabajar, y no flaqueamos ni
nos desanimamos en la tarea de conducir las almas a Jesús.—
Carta
65, 1894
.
Los mejores consoladores
Los que han padecido las mayores aflicciones, con frecuencia
son los que están en condiciones de proporcionar mayor consuelo
a otros, porque irradian luz dondequiera que vayan. Tales personas
han sido purificadas y suavizadas por sus aflicciones; no perdieron
su confianza en Dios cuando los problemas las asediaban, sino