Página 305 - Mensajes Selectos Tomo 2 (1967)

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Cómo utilizó E. G. de White los recursos medicinales
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de carbón, colocada en una bolsa, y puesta en agua caliente o fría,
como cuadre mejor a cada caso. Esto obra como un calmante.
Espero que Ud. se ría de esto; pero si yo pudiera darle a este
remedio un nombre extraño, conocido solamente por mí, tendría una
gran influencia... Pero los remedios más sencillos pueden ayudar
a la naturaleza, sin producir efectos perniciosos después de su uso.
Carta 82, 1897
[Al Dr. J. H. Kellogg].
Cuando se pidió su consejo, recomendó remedios sencillos
Hay muchas hierbas sencillas que nuestras enfermeras podrían
utilizar en lugar de las drogas, si comprendieran cuál es su valor, y
encontrarían que son muy eficaces. Muchas veces me han pedido
consejo acerca de qué debería hacerse en caso de enfermedad o de
accidente, y he mencionado algunos de estos remedios sencillos, y
han resultado útiles.
En cierta ocasión un médico vino a verme muy afligido. Lo ha-
bían llamado para atender a una mujer joven que estaba gravemente
enferma. Le había venido fiebre mientras estaba en el congreso cam-
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pestre, de modo que fue llevada a un edificio de nuestro colegio
cerca de Melbourne, Australia. Pero su condición empeoró tanto que
se temió que no pudiera vivir. El médico, Dr. Merritt Kellogg, vino
a verme y me dijo: “Hna. White, ¿tiene alguna instrucción para mí
en este caso? Si no podemos socorrer a nuestra hermana, vivirá tan
sólo pocas horas”. Repliqué: “Envíe a buscar carbón pulverizado a
una herrería, prepare una cataplasma con él y aplíquela al estómago
y a los costados”. El médico se apresuró a seguir mis instrucciones.
Pronto volvió y me dijo: “La enferma experimentó alivio en menos
de media hora después de la aplicación de las cataplasmas. Ahora
duerme por primera vez en forma natural desde hace días”.
He ordenado que se aplique el mismo tratamiento a otros enfer-
mos que experimentaban dolor, y ha proporcionado alivio y ha sido
el medio de salvar vidas. Mi madre me había dicho que las morde-
duras de serpientes y de otros reptiles, y las picaduras de insectos,
a menudo podían neutralizarse mediante el uso de cataplasmas de
carbón. Cuando trabajaba en Avondale, Australia, los obreros con
frecuencia se herían las manos y las piernas, y esto en muchos casos
producía graves inflamaciones a raíz de las cuales los obreros debían