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Mensajes Selectos Tomo 2
que trabajemos a fin de conseguir alimento. No es su intención que
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reunamos la cosecha a menos que rompamos los terrones, labremos
el suelo y cultivemos el sembrado. Entonces Dios envía la lluvia, el
calor del sol y las nubes para hacer prosperar la vegetación. Dios
trabaja y el hombre colabora con él. Y así es como llega el tiempo
de la siembra y el de la cosecha.
Dios ha hecho crecer hierbas para que el hombre las utilice,
y si comprendemos la naturaleza de esas raíces y hierbas, y las
empleamos acertadamente, no habrá necesidad de correr con tanta
frecuencia en busca del médico, y la gente tendrá mejor salud de
la que tiene actualmente. Creo en la conveniencia de pedir la ayu-
da del Gran Médico cuando hemos utilizado los remedios que he
mencionado.
Carta 35, 1890
[A un obrero en el campo misionero].
Consejo dado al director médico de un nuevo sanatorio
Haga Ud. todo lo posible para perfeccionar la institución, por
dentro y por fuera. Asegúrese de que el orden más perfecto reine en
todos los departamentos. Que no haya nada que cause una impresión
desagradable en las mentes de los pacientes.
Estimule a los pacientes para que vivan en forma saludable
y que realicen mucho ejercicio. Esto contribuirá notablemente a
restaurarles la salud. Dispónganse asientos bajo la sombra de los
árboles, para que los pacientes se sientan animados a pasar mucho
tiempo al aire libre. También debería disponerse un lugar protegido
por cortinas de lona o mamparas de vidrio, donde los pacientes
puedan sentarse a tomar sol sin estar expuestos al viento en el tiempo
frío...
El aire fresco y el sol, la alegría fuera y dentro de la institución,
las palabras agradables y los actos bondadosos: éstos son los reme-
dios que necesitan los enfermos; y Dios coronará con el éxito sus
esfuerzos por proporcionarlos a los pacientes que acuden al sanato-
rio. Mediante la felicidad, la alegría y las expresiones de simpatía y
esperanza manifestadas en su relación con otros, su propia alma se
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inundará de luz y paz. Y no olvide nunca que la luz de la bendición
de Dios vale más que cualquier otra cosa para nosotros.
Enseñe a las enfermeras y a los pacientes el valor de esos recur-
sos útiles para restaurar la salud proporcionados abundantemente