Página 307 - Mensajes Selectos Tomo 2 (1967)

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Cómo utilizó E. G. de White los recursos medicinales
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Debo actuar con sabiduría para llegar a ser un fiel guardián de
mi cuerpo. Sería muy imprudente que entrase en una habitación
fría cuando estoy transpirando; sería un mayordomo infiel si me
sentase en la trayectoria de una corriente de aire, exponiéndome
de ese modo a contraer un resfrío. Actuaría insensatamente si me
sentara con las manos y los pies fríos, privando de este modo de
sangre a las extremidades y congestionando el cerebro o los órganos
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internos. Siempre debo proteger mis pies de la humedad.
Debo comer regularmente los alimentos más saludables para
producir la sangre de mejor calidad, y no debería trabajar con intem-
perancia si está en mí el poder impedirlo.
Cuando he violado las leyes que Dios ha implantado en mi ser,
debo arrepentirme y llevar a cabo una reforma, y colocarme en la
condición más favorable bajo el cuidado de los médicos que Dios
ha provisto: el aire puro, el agua pura, y la valiosa luz del sol de
propiedades curativas.
El agua puede utilizarse en diversas formas para aliviar el sufri-
miento. El agua caliente bebida antes de comer (aproximadamente
poco menos de medio litro), nunca producirá daño alguno, sino que
resultará beneficiosa.
Una taza de té preparada con calamento [calaminta, hierba gatera,
Nepeta cataria
] tranquilizará los nervios. El té de lúpulo es bueno
para inducir el sueño. Las cataplasmas de lúpulo aplicadas sobre el
estómago servirán para aliviar el dolor.
Si los ojos están débiles, si están doloridos o inflamados, pueden
aplicarse paños de franela suave mojados en agua caliente con sal,
con lo cual se producirá alivio rápidamente.
Cuando la cabeza está congestionada, puede obtenerse alivio
colocando los pies y las piernas en un baño de agua caliente con un
poco de mostaza.
Hay muchos otros remedios sencillos que contribuirán nota-
blemente a restablecer el funcionamiento saludable del cuerpo. El
Señor espera que utilicemos estas preparaciones sencillas; pero las
necesidades extremas del hombre constituyen las oportunidades de
Dios. Si descuidamos de hacer aquello que está al alcance de casi
cada familia, y pedimos a Dios que alivie el dolor cuando somos de-
masiado indolentes para emplear esos remedios dentro de lo posible,
estaremos manifestando nada más que presunción. El Señor espera