Página 315 - Mensajes Selectos Tomo 2 (1967)

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31—Experiencias personales
Primeras experiencias en el tratamiento de la pulmonía
En el vierno de 1864, mi Guillermito contrajo repentinamente
una violenta fiebre pulmonar. Acabábamos de sepultar a nuestro hijo
mayor que había fallecido a causa de esa enfermedad, y estábamos
muy ansiosos por Guillermito, pues temíamos que él también murie-
ra. Decidimos que no llamaríamos a un médico, sino que haríamos lo
mejor que pudiésemos mediante el uso del agua y rogando al Señor
en favor del niño. Invitamos a unas pocas personas que tenían fe a
que unieran sus oraciones con las nuestras. Tuvimos la consoladora
seguridad de la presencia y la bendición de Dios.
Al día siguiente Guillermito estaba muy enfermo y deliraba.
Parecía no verme ni oírme cuando le hablaba. Su corazón no fun-
cionaba con regularidad, sino que latía con una agitación constan-
te. Continuamos intercediendo por él delante de Dios; seguimos
aplicándole agua en abundancia sobre la cabeza; mantuvimos cons-
tantemente unas compresas sobre sus pulmones, y pronto pareció
estar tan lúcido como siempre. Experimentaba un dolor agudo en
el lado derecho y no podía acostarse sobre ese lado ni un momento.
Hicimos desaparecer este dolor mediante compresas de agua fría,
variando la temperatura del agua de acuerdo con la intensidad de la
fiebre. Tuvimos mucho cuidado de mantenerle los pies y las manos
calientes.
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Esperábamos que la crisis se produjera en el séptimo día. Tu-
vimos poquísimo descanso durante su enfermedad, y nos vimos
obligados a dejarlo al cuidado de otros durante la cuarta y quinta
noches. Mi esposo y yo nos sentimos muy ansiosos el quinto día.
El niño tuvo una nueva hemorragia, y tosía considerablemente. Mi
esposo pasó mucho tiempo en oración. Esa noche dejamos a nuestro
hijo al cuidado de manos expertas. Antes de retirarnos a descansar
mi esposo oró larga y fervorosamente. De repente desapareció su
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