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Mensajes Selectos Tomo 2
deseo apremiante de orar, y le pareció como si una voz le hubiese
dicho: “Ve a descansar, que yo me encargaré del niño”.
Yo me había acostado enferma, y no pude dormir por la ansiedad
durante varias horas. Sentía que me faltaba el aire. Aunque dormía-
mos en una habitación amplia, me levanté, abrí la puerta que daba
a una gran sala, y al punto sentí alivio, y pronto me dormí. Soñé
que un médico experimentado estaba junto a mi hijo, observaba
cada respiración, y tenía una mano sobre su corazón y con la otra le
tomaba el pulso. Se volvió hacia nosotros y nos dijo: “La crisis ha
pasado. Su peor noche ha quedado atrás. Se recuperará rápidamente
porque no tiene que luchar contra la influencia perjudicial de las
drogas. La naturaleza ha realizado noblemente su obra para librar el
organismo de las impurezas”. Le hablé de mi condición agobiada,
de la falta de aire, y del alivio que obtuve al abrir la puerta.
El me dijo: “Eso que la alivió, también aliviará a su hijo. El nece-
sita aire. Lo habéis mantenido demasiado caliente. El aire calentado
por una estufa es perjudicial, y si no fuera por el aire que penetra a
través de las aberturas de las ventanas, se tornaría tóxico y destruiría
la vida. El calor de la estufa destruye la vitalidad del aire, y debilita
los pulmones. Los pulmones del niño han sido debilitados porque
se ha mantenido demasido caliente el ambiente de la habitación.
Los enfermos se debilitan por la enfermedad y necesitan todo el
aire vigorizador que puedan soportar a fin de fortalecer los órganos
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vitales y resistir la enfermedad. Y sin embargo, en la mayoría de
los casos se excluyen el aire y la luz de la habitación del enfermo
justamente en el momento cuando más los necesita, como si fueran
enemigos peligrosos”.
Este sueño y la experiencia de mi esposo constituyeron un con-
suelo para ambos. A la mañana siguiente encontramos que nuestro
niño había pasado una noche inquieta. Pareció tener fiebre alta hasta
el mediodía. Luego la fiebre lo abandonó, y estuvo tranquilo pero
débil. Durante los cinco días que duró su enfermedad había comi-
do una sola galletita. Se recuperó rápidamente, y en adelante gozó
de mejor salud de la que había tenido durante muchos años. Esta
experiencia es valiosa para nosotros.—
Spiritual Gifts 4:151-153
(1864)
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