Página 325 - Mensajes Selectos Tomo 2 (1967)

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La actitud debida en la oración
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reverencia, los ministros, los directores y los profesores de nuestros
colegios, por precepto y ejemplo, enseñen a los jóvenes a perma-
necer erguidos durante la devoción tal como lo hacían los fariseos?
¿Debemos considerar esto como una señal de suficiencia propia y
de la importancia que se atribuyen a sí mismos? ¿Han de tornarse
prominentes estos rasgos?
“A unos que confiaban en sí mismos como justos, y menospre-
ciaban a los otros, dijo también esta parábola: Dos hombres subieron
al templo a orar: uno era fariseo, y el otro publicano. El fariseo,
puesto de pie, oraba consigo mismo de esta manera: Dios, te doy
gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos,
adúlteros, ni aun como este publicano; ayuno dos veces a la semana,
doy diezmos de todo lo que gano”.
Lucas 18:9-12
. Notad que fue
el fariseo lleno de justicia propia el que no ocupaba una posición
humilde y reverente delante de Dios; pero puesto de pie lleno de
altiva suficiencia propia le habló al Señor de todas sus buenas obras.
“El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo”
Lucas 18:11
; y su
oración no se elevó más arriba de su propia altura.
“Mas el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos
al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a
mí, pecador. Os digo que éste descendió a su casa justificado antes
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que el otro; porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el
que se humilla será enaltecido”.
Lucas 18:13, 14
.
Esperamos que nuestros hermanos no manifestarán menos re-
verencia y respeto cuando se aproximan al único Dios verdadero y
viviente, que la que manifiestan los paganos por sus deidades idolá-
tricas, porque en caso contrario esa gente nos juzgará en el día de la
decisión final. Quiero dirigirme a todos los que ocupan el puesto de
profesores en nuestras escuelas. Hombres y mujeres, no deshonréis
a Dios con vuestra irreverencia y ostentación. No estéis en pie con
una actitud farisaica al ofrecer vuestras oraciones a Dios. Descon-
fiad de vuestra propia fuerza. No confiéis en ella, sino postraos con
frecuencia de rodillas delante de Dios para adorarle.
Con las rodillas dobladas
Y cuando os reunís para adorar a Dios, cuidad de arrodillaros
delante de él. Demostrad por medio de este acto que vuestra alma,