Página 38 - Mensajes Selectos Tomo 2 (1967)

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Mensajes Selectos Tomo 2
Manteniendo el comportamiento debido
Después de 1844 se introdujeron fanáticos en las filas de los
adventistas. Dios envió mensajes de advertencia para detener el pe-
ligro que se insinuaba. Había demasiada familiaridad entre algunos
hombres y algunas mujeres. Les presenté la sagrada norma de la
verdad que deberíamos alcanzar, y la pureza de comportamiento
que deberíamos mantener a fin de recibir la aprobación de Dios y
estar sin mancha ni arruga. Las solemnísimas amonestaciones de
Dios fueron comunicadas a hombres y mujeres cuyos pensamientos
corrían por canales impuros mientras pretendían ser especialmen-
te favorecidos por Dios; pero el mensaje divino fue despreciado y
rechazado...
Ni aun ahora estamos libres de peligro. Cada alma que se empeña
en proclamar al mundo el mensaje de amonestación será tentada
intensamente a seguir una conducta que niegue su fe.
Como obreros, debemos unirnos para desaprobar y condenar
cualquier cosa que tienda en lo mínimo a aproximarse al mal en
lo que atañe a nuestra asociación con otras personas. Nuestra fe es
santa; nuestra obra consiste en vindicar el honor de la ley de Dios,
y su naturaleza no es tal que tienda a degradar los pensamientos
o el comportamiento de nadie. Hay muchos que pretenden creer y
enseñar la verdad, y que sin embargo mezclan con ella ideas erróneas
o fantasiosas de su propio cuño. Pero hay una elevada plataforma
sobre la que hemos de ubicarnos. Debemos creer y enseñar la verdad
proclamada por Jesús. La santidad de corazón nunca conducirá a
ejecutar acciones impuras. Cuando un hombre que pretende estar
enseñando la verdad tiende a pasar mucho tiempo en compañía de
mujeres jóvenes o aun casadas, cuando coloca su mano sobre ellas
con ademán de familiaridad, o conversa con ellas con frecuencia
en tono íntimo, tened temor de él, porque los principios puros de
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la verdad no adornan su alma. Tales personas no son obreros con
Jesús; no están en Cristo, y Cristo no mora en ellas. Necesitan una
cabal conversión antes de que Dios pueda aceptar su trabajo.
La verdad de origen celestial nunca degrada al que la recibe,
nunca conduce a la más mínima manifestación de familiaridad inde-
bida. Todo lo contrario, santifica al creyente, refina su gusto, lo eleva
y ennoblece y lo coloca en estrecha relación con Jesús. Lo lleva a