Preparación para la crisis final
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los incrédulos desprecian la Palabra de Dios. Entonces es cuando
han de permanecer firmes en el puesto del deber, sin ostentación y
sin vacilar a causa de los vituperios. Los espías incrédulos estaban
listos para destruir a Caleb. Este vio las piedras en las manos de los
que habían llevado un informe falso, pero no se atemorizó; tenía un
mensaje y lo daría. Aquellos que hoy son fieles a Dios manifestarán
ese mismo espíritu.
El salmista dice: “Tiempo es de actuar, oh Jehová, porque han
invalidado tu ley. Por eso he amado tus mandamientos más que
el oro, y más que oro muy puro”.
Salmos 119:126, 127
. Cuando
los hombres se acercan bien a Jesús, cuando Cristo mora en sus
corazones mediante la fe, entonces su amor a los mandamientos de
Dios se fortalece en proporción al desprecio que el mundo amontone
sobre sus preceptos santos. Ahora es cuando el verdadero día de
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reposo debe ser presentado ante la gente mediante la pluma y la voz.
Cuando el cuarto mandamiento y los que lo observan son ignorados
y despreciados, los fieles piensan que no es el momento de ocultar
su fe sino de exaltar la ley de Jehová desplegando el estandarte en el
que están inscritos el mensaje del tercer ángel, los mandamientos de
Dios y la fe de Jesús.
No se haga concesión alguna al ministerio de iniquidad
Los que poseen la verdad como ha sido revelada por Jesús no
deben aprobar ni aun con su silencio la obra del ministerio de iniqui-
dad. Que nunca dejen de hacer resonar la nota de alarma. Que la
educación y la instrucción de los miembros de nuestras iglesias sean
de tal naturaleza que los niños y los jóvenes comprendan que no han
de hacerse concesiones a este poder, el hombre de pecado. Enseñad-
les que aunque vendrá el tiempo cuando podremos llevar a cabo la
lucha únicamente arriesgando nuestros bienes y nuestra voluntad,
sin embargo hay que hacer frente al conflicto con el espíritu y la
humildad de Cristo; hay que mantener y defender la verdad que ha
sido revelada por Jesús. Las riquezas, el honor, la comodidad y el
hogar—y todo lo demás—deben recibir una consideración secunda-
ria. No hay que ocultar la verdad, no hay que negarla ni disfrazarla,
sino que hay que reconocerla plenamente y proclamarla con osadía.