Página 425 - Mensajes Selectos Tomo 2 (1967)

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Capítulo 1
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éxito que cuando se amontona en el estómago alimento malsano en
respuesta a los deseos de un apetito morboso. Si se come con exceso,
aunque sea alimento sencillo, con el tiempo se dañarán los órganos
digestivos; pero añádase a esto el consumo excesivo de alimento
perjudicial, y el mal será mucho mayor. El organismo llega así a
deteriorarse.
Los miembros de la familia humana se han dedicado cada vez
más a la complacencia de sí mismos, a tal punto que la salud ha
sido sacrificada con todo éxito sobre el altar del apetito sensual. Los
habitantes del mundo antiguo comían y bebían con intemperancia.
Consumían carne aunque Dios no les había dado permiso para co-
merla. Comían y bebían en exceso, y sus apetitos depravados eran
ilimitados. Se entregaron a una idolatría abominable. Se tornaron
violentos y feroces, y tan corrompidos, que Dios no pudo soportarlos
durante más tiempo. Su copa estaba rebosante de iniquidad, de modo
que Dios limpió la tierra de su contaminación moral mediante un
diluvio. A medida que los hombres se multiplicaban después del
diluvio, se olvidaron de Dios y se corrompieron delante de él. Toda
forma de intemperancia aumentó en gran medida.
El Señor sacó a sus hijos de Egipto en forma victoriosa. Los
condujo por el desierto para probarlos. Repetidas veces manifestó su
poder milagroso al librarlos de sus enemigos. Prometió conservarlos
para sí mismo, como su tesoro peculiar, si ellos obedecían su voz y
guardaban sus mandamientos. No les prohibió comer la carne de los
animales, pero la apartó de ellos en gran medida. Les proporcionó el
alimento más saludable. Hizo llover su pan del cielo y les dio agua
pura de la dura roca. Realizó un pacto con ellos según el cual los
libraría de las enfermedades si ellos le obedecían en todas las cosas.
Pero los hebreos no estaban satisfechos. Despreciaron el alimen-
to que recibían del cielo, y anhelaban volver a Egipto donde podían
sentarse junto a las ollas de carne. Preferían la esclavitud, y hasta la
muerte, antes que verse privados de la carne. Dios, en su ira, les dio
carne para que satisficieran sus apetitos depravados, y muchísimos
murieron mientras comían la carne que habían codiciado.
Nadab y Abiú fueron muertos por el fuego de la ira de Dios
debido a su intemperancia en el uso del vino. Dios desea que su
pueblo comprenda que será recompensado o castigado de acuerdo
con su obediencia o su transgresión. El crimen y la enfermedad han